Sunday, October 23, 2011

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Wednesday, October 19, 2011

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Monday, October 10, 2011

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Thursday, October 06, 2011

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Wednesday, October 05, 2011

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Tuesday, October 04, 2011

Homenaje póstumo a MIGUEL ANGEL SOSA HIGUERA

Miguel Ángel Sosa Higuera     (España 1974-2011)

Escritor y traductor (inglés, francés, ruso) profesional. Malagueño criado en Granada y residente en Sevilla, Dublín, Edimburgo, Roma, Atenas, Madrid y Menorca..
 Autor de los libros de cuentos "Jodedumbre humana" y "Me tiene usted hasta los cojones y otros relatos", de la novela "A tumba abierta", del dietario "Estado civil: extraterrestre" y de los poemarios "Las gaviotas de Dublín", "Las hogueras del vino", Como un stradivarius en la nieve", "Mientras la noche se puebla de alambradas", "Esto no es poesía ni puta la falta que le hace a la madre que te parió" y "Canciones y sonetos". 
Blog personal: 
http://lucesclandestinas.blogspot.com 




Cuando un escritor parte y nos deja siendo tan joven, nos queda la íntima desazón no sólo por su ausencia sino por todo el fruto de su talento y su Arte, que el mundo no tendrá el placer de disfrutar. También nos queda la certeza que su espíritu flota entre sus letras, especialmente cuando alguien como este brillante joven, entregaba su vida en cada texto que escribía. Fue conocido en la comunidad artística de las redes sociales, especialmente Facebook, donde tuve el privilegio de leer sus obras y notar el resplandor de su inteligencia y su inspiración. Por ello, he rescatado algunos de sus escritos y los presento a quien desee unirse a este sencillo homenaje que realizo con la honda convicción que Miguel Angel Sosa Higuera es y seguirá siendo una luminaria de las letras.  Su estilo extravagante y descarnado, matizado por la ironía producto del desencanto que su aguda visión del mundo le proporcionada, era un tormento del cual no podía abstraerse. Preso de un hondo e irreversible idealismo, reaccionaba  frente a la injusticia de cualquier índole y tal vez,  sus estrategias para sobrellevar el dolor humano hayan sido sus formas desprejuiciadas de expresión, que deben interpretarse como un modo particular de enfrentar la oscuridad de un sistema que le resultaba intolerable y que combatía con el poder de la Palabra. Un escritor singular,  que entrelíneas nos deja ver la trasparencia de su alma, la locuacidad de su verbo que no se rendía jamás frente a la impunidad. Habrá que tolerarle sus osadías porque la verdad se viste de los ropajes menos  convencionales, sólo para que sepamos que no está encerrada en un pensamiento único, ni es una única forma de expresión.


Mi amigo Miguel Angel Sosa Higuera,  desde algún lugar seguirá inspirando a tantos y sólo espero que le provean de su copa de Jack Daniels o de alguna otra ambrosía celestial mucho mejor que aquellas que lo acompañaban en sus madrugadas de prodigiosa inspiración.
Mi saludo, mi admiración y mi abrazo, Miguel Angel Sosa Higuera, y que muchos puedan leerte hasta el fin de los tiempos.

Jeniffer Moore
Florida, USA 2011

Nota. El dejó varios textos en www.scribd.com  que se pueden leer online o bajarlos gratuitamente. El material aquí publicado es público en Facebook y además he pedido la autorización de su hermana para subirlo a mi blog. Muchas gracias a Natalia Higuera.
Tambien se pueden visitar los blogs del poeta



Extracto de algunos textos de su Obra




IDILIO EN EL CONDADO DE CLARE


This is the sadness of the sea


-WILLIAM CARLOS WILLIAMS-




En la luz ancestral, en roca viva,

bajo el plomo feraz del horizonte

donde se alza una torre desolada

y anidan las gaviotas, donde el viento

impone sus arpegios de metralla filosa

y el mar escupe algún que otro esqueleto

entre algas de sombra,



en el amanecer de nieve y sangre

sobre el bosque dormido,

con un sol ofuscado por el acero blando

y errante de las nubes, en el amanecer

gorjeante de frondas y rocío,

en la niebla y los ecos del silencio,

en la ceniza lenta de la aurora,

en la plata versátil del insomnio,



en el fuego como un interrogante

se pasean mis manos por tu cuerpo,

territorio de luz reconcentrada, se deslizan

mis dedos por tus nalgas sonrientes,

tu entrepierna de helechos empapados,

por la curva feroz de tu cintura,

por tu pechos de vid inacabable,

mientras lentas se abren las rosas del océano.



¿No eres acaso hija de la niebla,

no estás hecha de lluvia en soledad

sobre los prados verdes que derrotan

en los negros guijarros de la playa,

donde restos de botes destrozados

sumisos al embate de las olas

muestran su pedrería de moluscos y algas?



Ninfa rubia de los acantilados,

misterio de esmeraldas sonrientes,

dame tus pies menudos y tu boca,

déjame derramarme hasta el delirio

mientras crepita el fuego en el hogar

en tu vientre desnudo, bésame

mientras la fusta del placer me azota

con relámpagos mudos de lujuria,



concédeme la gracia de tus labios

mientras el viento aúlla en los brezales,

mientras los ruiseñores enmudecen,

mientras el mundo arde sin mesura,

hija de Irlanda lluviosa y agreste;

concédele la gracia de tus besos

a este hijo del sur enamorado

mientras allá en la playa solitaria,

crepitantes de sal y de tiniebla,

se consumen las rosas del océano.


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TAN LEJOS DE TODO

In memoriam Brendan Behan




Crepúsculos de sangre y plata huidiza, lentos fuegos,

bosques de violines encendidos,

venas llenas de niebla, alguien que canta

una vieja balada de amor

en gaélico, marineros muertos

en una noche de olas y relámpagos

y mujeres que esperan

en oscuras escolleras

donde rompe el Atlántico

con la piedad meticulosa

de los hijos de puta. Suenan flautas,

guitarras, un bodhrán.

Los hijos de Inismór

comparten los primeros

tragos de whisky, afuera

la lluvia tabalea

en su secreto idioma de húmedas soledades

por callejas de piedra.

El fuego de la chimenea

arranca oro del oro líquido de mi vaso.

Una camarera me sonríe.

Estoy tan lejos de casa

que nunca me he sentido más en casa

que aquí, entre estas gentes

rudas, parsimoniosas, amables

y capaces también

de ataques de furia tan sinceros

como los del Atlántico.

Es el confín occidental de Europa,

el confín de mí mismo, un viaje

que debí emprender hace

mucho tiempo. Las Islas Aran.

Aquí es donde un hombre

toma la medida de su soledad,

cara al viento que azota el rostro

en un estallido, una miríada

de rocío salvaje, de espuma marina

traída por un aire

como no he vuelto a sentir

en mi vida, afilado,

puro como un cuchillo, reluciente

como escamas de salmón fresco.

El viento canta en los brezales y turberas.

La costa de Connemara,

ribeteada de colinas verdes

más allá de la bahía de Galway

se pierde entre la bruma.

Aquí

un hombre se halla al filo

de sí mismo, al borde

de todos sus acantilados

interiores. Muy lejos

del omnipresente sol de la memez

que impera en el país de catetos crispados

del que provengo

y en cuya lengua escribo

sobre la vieja madera oscura

de esta mesa, acompañado

por las miradas curiosas

de los lugareños

y la sonrisa rubia de las camareras.



Podría ser feliz aquí,

como un marino errante.

No soy dado a nostalgias de ningún sur lejano

y siempre me he sentido como en casa

dentro de mi piel, con un

whisky al alcance de la mano, sin familia,

con la madera crepitante en la chimenea cercana

como una tumultuosa flor de fuego

en mi corazón, ya más cansado que perplejo.

Hace mucho que perdí

-como perdí la juventud-

a quien pudo ser el amor de mi vida.

Mis pasos me han llevado

mucho más lejos de lo que planeé.

Mucho más allá

de las lágrimas.

Recuerdos entrañables

volando como chispas, como humo,

por el cañón de la chimenea

y afuera sopla un viento que se lo lleva todo

en un turbión de niebla y lluvia amarga.



El gaélico suena tan dulce y cadencioso

como una flauta perdida en la espesura. Hay

aplausos

cuando el cantante de mediana edad

que sostiene una jarra de stout

en la mano

da las gracias y se sienta

en la barra. Why don´t you

join us?,

me preguntan desde una mesa

cercana.

Está cayendo la noche sobre la isla,

hay unos ojos verdes como un bosque de Kerry

que me miran sonrientes, plácidos,

puros como esmeraldas,

y de pronto me invade la emoción

nítida como una ola en una noche de relámpagos

y océanos tormentosos

del hombre al que le ofrecen, solitario en un rincón

del pub,

la pura lumbre de la compañía humana

hombres que saben

lo que es estar lejos de su tierra,

en la amargura del exilio o la persecución

o el hambre que fuerza a buscar

nuevos, remotos horizontes.



Todos mis exilios son más bien interiores.

Pero sonrío, me levanto,

me uno a ellos, pido

una ronda para todos

y brindo a la salud

de los recios hijos de Irlanda

con una rosa de fuego en el corazón,

con una rosa de hielo en el corazón,

con una rosa de lágrimas

en el corazón.





Islas Aran, agosto de 2007
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As Pérez Estimado Miguel Ángel:
Fuiste el primero en participar en el concurso en este grupo y cuando me acerqué a tu muro, aún abierto, me di cuenta de que ya no te encontrabas entre nosotros
Allá donde estés, espero que la paz y el amor reine para siempre en ti. Nos dejas tu recuerdo y muestra de tu pasión por la poesía.
Descansa en paz poeta...





Invictus

Más allá de la noche que me cubre

negra como el abismo insondable,

doy gracias a los dioses que pudieran existir

por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias

nunca me he lamentado ni he pestañeado.

Sometido a los golpes del destino

mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas

donde yace el Horror de la Sombra,

la amenaza de los años

me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,

cuán cargada de castigos la sentencia,

soy el amo de mi destino:

soy el capitán de mi alma.




Poeta del carajo

La realidad me toca los Cojones,
se acaba el Vino y no tengo Trabajo
y mis Cuernos atraen los Nubarrones,
pero soy un Poeta del Carajo.

En estos tiempos huérfanos de aurora
hay que atracar los bancos a destajo
y quemar las banderas del ahora
para ser un Poeta del Carajo.

Pagar sólo a las Putas, nunca Impuestos,
y en buen Vino y Yantar pulirse el fajo;
ni los Miuras tienen tantos arrestos
cuando eres un Poeta del Carajo.

Pues me suda la Polla que me entierren
-lo mismo que este mundo Cruel y Zafio-
con Quevedo, Bukowski, Yeats o Shakespeare,
quisiera rubricar como Epitafio:

la Realidad me toca los Cojones,
se acabó el Vino y se acabó el Trabajo;
ahí os quedáis, pandilla de Cabrones
-en un corte de mangas lleváis mis Bendiciones-:
AQUÍ YACE UN POETA DEL CARAJO.


………………………….


Bebo por cada cana de mi barba

y por los campos nevados que me acecharán

cualquier día,

sin la dulzura de una piel

o de una página

donde refugiarme.


…………………………..

O my Antonio, I do know of these

That therefore only are reputed wise

For saying nothing

 -WILLIAM SHAKESPEARE-

  


Oh Sí las obras completas

del ilustrísimo vate

con diez mil premios nacionales

provinciales universales El ilustrísimo

vate

de lengua desgastada

por el oficio paralelo

de lamer los culos llave

de la gloria literaria Oh sí

las obras completas del ilustrísimo

homo pollastronis

habitante de su eburnea turris

adosada en las afueras

o de la profesora de instituto

o periodista del corazón

escribidora de sonetos

a su hombre idealísimo Oh sí

las obras completas

de tanto maestro pelacebollas

de sublimes realidades

con talón al portador

adoradores del gorgojo lírico

y de la iglesia feraz de la palabra

ejercitada en libertad Oh sí

las obras completas

de tanto mamarracho patrio o extranjero

glosadas por tremenda legión de piojos

exégetas y aplicados soplapollas

a la luz de puticlub del Canon Sagrado

para toda la eternidad Oh sí

tanto lírico río de diarreas y cosmoagonías

verbales mentales

sentimentales

a la luz de las arañas

de los ateneos (y tanta flor natural

de marihuana

suelta por ahí) Oh inmortales

luminarias



Y yo

con estos

pelos

…………………………………………

LAS VIEJAS CEREMONIAS
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 10:33pm
A new skin for the old ceremony

LEONARD COHEN

  


Siguen ardiendo las viejas palabras

en la tiniebla helada

del mundo/ descompuesto

pieza a pieza/ con devoción insomne

por las necias manos cadavéricas

de un puñado de hijos de puta

que avergonzarían a sus madres.



El sol sólo desvela un escenario

con la luz fatigada de unos ojos

que han visto demasiado,

y profetizan

  
la mañana tiene dientes afilados
  

ya no hay ríos que arrastren tanta sangre

y la música es un juguete roto,

mi amor/ la música

es un juguete roto

y los besos de niebla que me brindas

-ya no hay ríos.

saben a escarcha verde

o a pantano. La música, mi amor,

es un niño de lluvia

junto a un cauce de sombras

-ya no hay río-

y el vino se ha adensado

en hiel compacta

y el muro se alza lento/ piedra a piedra

y cada piedra es una cabeza humana

un torso, extremidades

putrefactas, la música

es un grito velado

en el fondo de un pozo/ hogueras

mínimas

las palabras

el miedo

mi amor/ el miedo

ahora que no hay ríos

que arrastren tanta sangre

y la niebla/ los besos

hediondos

la música rota

de un grimoso espejismo de tinieblas.

…………………………………………………………………….


Apreciemos, sin vértigo, la extensión de mi inocencia.

-ARTHUR RIMBAUD-



In memoriam Antonin Artaud





Con sus paredes húmedas de llanto

sus pensiones con olor a acelga retestinada

donde se suicida una puta heroinómana cada noche

y un ladrón cuenta con manos temblorosas y manchadas de sangre

los billetes

con sus farolas temulentas alumbrando aceras desiertas

mientras pasan los coches

los coches

los coches

la locura



Con sus titulares cansinos de cada mañana

sus páginas de sucesos repetitivos

su náusea de anuncios clasificados como calles sin salida

sus botellas vacías rodando bajo camas desechas

sus telarañas en las esquinas

sus neones de la muerte

sus neones de la muerte

sus neones de la muerte

la locura



Con sus violines de tiniebla irredenta

su cielo sarcástico enguirnaldado de estelas

sus condones usados tirados entre las rosas

su lluvia cayendo en lentos arpegios sobre la fronda

su gato tuerto en el tejado

sus mareas depositando en la playa cadáveres de bebés

cadáveres de bebés

cadáveres de bebés

la locura


Con sus ojos vacíos

su sonrisa extraterrestre y sin embargo

su cortejo fúnebre con plumas negras

su herencia de desastres iterativos

su desparpajo de proxeneta borracha hasta las cejas

su cara de taxista con úlcera de estómago

sus periódicos amarillentos como el sol de la fatiga

su cancioncilla

su cancioncilla

su cancioncilla


la

locura


Con su calva de político pederasta

su oración del inocente encerrado en la cárcel

su caterva de jueces masticadores de carne putrefacta

su panoplia de banqueros rezadores puteros asesinos

su página web de la memez más irreductible

su boxeador en el alambre haciendo sombra bajo las estrellas

su guerra cotidiana por un chusco de pan en los albergues

su fajo de billetes de quinientos en manos del obispo

con su sartén quemada

con su sartén quemada

con su sartén quemada

la

locura.

…………………………………………………


A broken bundle of mirrors

EZRA POUND



Tengo hasta la esperanza

de que cabezas como las que vienen

no podrán ni imaginarme

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ





Qué quedará de tí

cuando la lozanía se marchite

en espejos testigos de ceniza,

cuando bajo las bóvedas del tiempo

sólo quede la luz de la memoria

como un viento insidioso,

como el incendio frío de tus huellas.



Cuando el mañana sea una catedral de hielo

poblada de oficiantes

con la casulla de la necedad

entre estatuas decapitadas y legajos

drapeados de sílabas de luz pretérita,

abrevaderos de sangre,

solaz de los vampiros.



Cuando ninguna mujer tolere

tus gracias, tus ebriedades líricas,

ni una página escrita con la tripas

que no sea rentable a fin de mes.

Cuando el sexo sea una playa bajo la tormenta

en una isla de Escocia,

como leer la Biblia con resaca

o plantar marihuana entre la nieve.

Cuando toda belleza sea ya humo,

el humo del tabaco del insomnio,

el humo de los días que se fueron,

el humo de los años que te queden

arrastrándote

por las calles sin alma de un presente

cincelado en la piedra más obtusa.



Qué quedará de tí

cuando toda poesía sea un calvo adefesio

y el dinero se convierta

en la única hoguera donde arder,

si es que antes no escoges

esa espinosa senda del morir matando,

trizando entre tus dedos

un puñado de espejos

y escupiendo al destino en su cara de idiota.



Una úlcera crónica con viejo

contando batallitas

en mitad de una calle

poblada de fantasmas

mientras se abren las flores del invierno.



Una lápida anónima, un soplo

sobre el rocío escarchado

en la hierba salvaje del futuro.



Un legado de lágrimas de aire.

Una nada entre nadas en la niebla.



Westport, Irlanda

Septiembre de 2007

………………………………………………..

Su narrativa

MEMORIAS DE UN CAMARERO CABREADO (fragmento II)
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 9:54pm

Los buenos de la película, los justos, los cabales, los ortodoxamente bondadosos en La Puebla de Los Infantes eran los que nos traían ollas de potaje, ollas de arroz, ollas de sopa de fideos, ollas de estofado, ollas de macarrones o spaghetti, nuestra vecina Eusebia, mi tía Inés o mi tía Juana, ollas, siempre ollas de comida que devorábamos con fruición o con una indiferencia casi profiláctica, según el día, el grado de resaca, mala leche, depresión, frustración o epifanía literaria, en mi caso, mientras pasaban los días y las semanas y el polvo se acumulaba sobre muebles y fotografías y crecía el jazminero del patio, denso de perfumes y avispas. Fue una época que mi padre se pasó acostado, en la sombra un tanto rancia, olorosa a tabaco frío y ceniza, de su dormitorio, amueblado con los restos de aquel naufragio matrimonial del que hoy en día quedan dos robinsones, escritor y socióloga respectivamente. Terminados los fastos o ruina total de aquella catetada modelna conocida como Expo 92, se había quedado sin trabajo, sin sueldazo como director del Pabellón Tierras de Jerez, donde había metido a trabajar a medio pueblo, mientras en la confortable mediocridad penumbrosa de su tienda de textiles su hermana Inés, que era algo así como la Santa Teresa desgualdrajada y neurótica de la familia, pontificaba acerca de las consecuencias de vivir en pecado, pecado que en nuestro caso era una pereza descomunal aliñada con tendencias más que manifiestas a la vida disipada, según ella. Yo tenía novia -aunque fuese a distancia- y ninguna intención de casarme con ella y además follaba, o había follado, como un descosido, y encima no estudiaba, no trabajaba, no iba a misa y bebía whisky, pero ella me quería mucho y por eso me sentaba a su mesa y me daba leche con galletas maría y pastorales sobre la bondad del conservadurismo pueblerino. Mi primo Paco pasaba muchísimo de todo, refugiado en el piso que tenían en Sevilla, estudiando Derecho, pero volvía al redil todos los fines de semana, no como mi prima Lola, de la que lo que más recuerdo era que gastaba una mala hostia del copón cuando se inspiraba y cuya actividad predominante o vocacional era la búsqueda de novio para toda la vida, que era lo que se llevaba a principios de los años noventa del siglo xx en aquel pueblo que acabé por rebautizar, en un relato largo, como Malamuerte de Los Infantes, pensando así en iniciar una saga faulkneriana o antoniomuñozmolinesca o benetiana, aunque por aquella época yo todavía tenía a medio leer a estos autores. Malamuerte de los Infantes: hubiera quedado incluso bien en los carteles de las tres carreteras que salían del pueblo, la de Lora del Río, la de Peñaflor y la de Las Navas de la Concepción. Porque efectivamente vivíamos en circunstancias de mala muerte, solo que yo no era consciente del todo o tenía la habilidad, esa habilidad que se pierde indefectiblemente con los años, de evadirme en la literatura o en mis conversaciones y salidas callejeras con mi amigo José Bravo, que era otro pasota aficionado al vino y a la música pero sin el aura de escritorzuelo ramplón que yo tenía, al decir del hermano de otro amigo, César Antonio Cuerda, que me vaticinaba un futuro como hombre gris, como el de cualquiera, una vida sin alicientes ni desafíos, rutinaria, en la que yo dejaría de escribir y acabaría centrándome en ganarme la vida como cualquiera, es decir, en algún trabajo de mierda mejor o peor pagado.

De César Antonio Cuerda se decía que de niño, o de no tan niño, había intentado suicidarse colgándose de una viga en el zaguán de la casa familiar después de que lo asaltaran pensamientos insoportablemente torturadores acerca del infierno como consecuencia del cuajarón de semen que había dejado sobre el careto de Ana Obregón en una de las revistas favoritas de su madre, o algo así. Lo salvó su padre, cabeza de familia notoriamente facha de una familia notablemente facha, que lo descolgó, lo reanimó y acto seguido le dio una manta de hostias de las que no se olvidan y lo encerró bajo llave en un trastero rebosante de telarañas polvorientas y muebles carcomidos en vez de llevarlo a un psicólogo, que era lo que en su opinión hubiera hecho cualquier progre de mierda. Rafael Cuerda veía progres de mierda por todas partes. Los veía hasta follándose a su mujer, Encarnación González, que tenía un punto de beatería sublimado en la figura del Caudillo cuya fotografía presidía el salón de la casa junto a las de su padre, que había llegado a teniente coronel de la Guardia Civil en glorioso año 22 después del Advenimiento del César Visionario, o sea, en 1961. Era una familia rica para los estándares de La Puebla, socios del Casino, con cortijos, tierras y Landrovers, amables en el trato cara a cara y auténticos desolladores a espaldas de las víctimas de su afiladísima lengua, que le retiraban la palabra a cualquiera que hiciese alusión a los espléndidos trapicheos del abuelo guardia civil, quien además de funcionario de élite durante la época de Franco había controlado no menos de media docena de burdeles de alto copete en sitios como Sevilla, Málaga y Córdoba. De ahí venía buena parte de la fortuna familiar, por no decir casi toda.

-Como salga un alcalde socialista y mueva un solo dedo para meterle mano a mi patrimonio, juro por la Virgen de las Huertas que cojo la escopeta y le pego un tiro- decían que había dicho Rafael Cuerda una tarde en el Casino, copa de Fundador en mano y canana en bandolera -venía de cazar venados- en los días previos a unas elecciones municipales poco después de que UCD ganara las generales.

A sus hijos César y Luis los había mandado a internados desde que apenas tenían uso de razón. Era partidario de una educación entre medieval y espartana, o sea a hostia limpia y los domingos a misa, y nada de colegios públicos donde sus hijos pudieran verse perniciosamente influenciados por las ideas soviéticas de los profesores. Eran primos de José Bravo, que no podía ser más opuesto a ellos con sus chupas de cuero, sus cabellos alborotados de alborotador, su música heavy y punk y su vocación defendida a dentelladas por la guitarra, que era, tal como él lo veía, la mejor manera de largarse de aquel pueblo y poder ganarse la vida como músico. Todos nos conocíamos desde pequeños, desde que mi madre renunció a nuestra custodia a favor de mi padre para poder terminar su carrera de Historia Medieval y encontrar un buen trabajo y pasamos a manos de mis abuelos Pilar y Francisco y a vivir entre Sevilla y La Puebla de los Infantes. Luis, que era un grandullón con cara de gorila, disfrutaba puteándome cada vez que me encontraba con él por las calles del pueblo, quitándome la bicicleta amarilla de cross Orbea que me había regalado mi padre con seis o siete años, levantándome en vilo para hacerme cosquillas en los sobacos o haciéndome oler sus pedos hasta que conseguía librarme de él y volvía a casa, donde me refugiaba en brazos de mi abuela, que era la viva imagen de la bondad resignada pero que no se arredraba en salir a la calle con una mantilla sobre los hombros para buscar a mi atormentador incluso en su casa y exigir que me devolviese la bicicleta o que viniese a pedirme perdón por haberse metido conmigo. Mi padre casi nunca estaba, pero cuando estaba, el dinero fluía generosamente. Mi hermana aún era demasiado pequeña, pero a mí nunca me faltaron salidas al cine, almuerzos o cenas en restaurantes, juguetes, películas de dibujos animados en vídeo, tebeos de Mortadelo y Filemón o de Tintín o de Astérix. Si quería algo, solo tenía que pedirlo. Mi padre era la sombra generosa que planeaba sobre nuestras vidas. A mí me contaban que trabajaba en un restaurante del que, además, era el dueño. Yo recordaba el restaurante La Marmita, en Granada, en la calle Pedro Antonio de Alarcón, frente al cual vivíamos antes de que mis padres se separaran, cuando mi hermana tenía un año y era un moco que no paraba de llorar y nos atendía una muchacha llamada Fidela de manos pecosas y frías que olían a ajo y lejía y a la cual espero que la vida haya tratado bien. Me hubiera gustado hablar con ella para saber, como solo una criada puede saber estas cosas, qué coño era lo que realmente pasaba en aquella casa cuando mi madre y mi padre aún estaban juntos; aún hoy en día, inevitablemente, hay demasiada niebla, demasiadas conjeturas, demasiadas hipótesis, demasiadas versiones y pocos hechos fehacientes que yo pueda recordar con claridad.

Y es que me gustaría saber de dónde cojones provengo en realidad. Sin fisuras. Sin más versiones interesadas de familiares a los que sencillamente no soporto y que no me soportan y a los que no pienso invitar a la cena de gala de ese premio Planeta que jamás ganaré. Seguro que si ganara el Planeta mi tía gloria, la misma que durante la sobremesa posterior a la comida posterior al funeral de mi abuela Eloísa me preguntó si había ido allí en busca de su dinero (¿cómo se puede ir a buscar dinero a un funeral?), me llamaría para pedirme que invitara a la familia.

Pues bien, tía Gloria: que te invite a su funeral el presidente del Banco Central Europeo. A mí no vuelvas a tocarme los cojones.

Una desolación de telarañas y polvo y desidia, de fogones sucios y viejas fotos, de moscas y avispas en el patio, de ronquidos de mi padre, que cuando no estaba fumando estaba durmiendo y que cada vez que salía regresaba con una cara de abatimiento beodo que a mí me parecía como el tótem de aquellos días en medio de la nada, la marca registrada de la devastación. Yo leía a Thomas Mann, a Bulgákov, a Eduardo Mendoza, a Roger Martin du gard, a Faulkner, a Tolstoy, apoltronado en uno de los antediluvianos sillones de skai marrón, la máquina de escribir Olivetti Lettera 25 sobre el cristal de la mesa camilla junto a resmas de folios que menguaban, y trataba de entender lo evidente; mi padre andaba tan jodido como todos los que se habían quedado sin trabajo después de la deflagración final de la Gran Catetada de la Expo 92, con la diferencia de que él no era hombre de ahorrar dinero en previsión de malas rachas, como hacían muchos de sus paisanos. La Puebla de los Infantes siempre ha sido un pueblo de emigrantes, sobre todo a Menorca, camino del que mi padre había sido pionero en los años 60, o a Barcelona, o a Valencia, o por ahí. El pueblo estaba lleno de hombres derrotados, prematuramente envejecidos, que trasegaban vino, cerveza, ginebra, whisky con cocacola en las barras de los cincuenta bares que jalonaban aquella mínima geografía escalonada de paredes blancas. Cincuenta bares para una población de tres mil quinientas personas, o sea un bar por cada setenta habitantes de la Puebla, a grosso modo, desde el supuesto lujo menestral con toque agropecuario del Casino -donde había revistas como el Hola o el Semana para las señoras- hasta la cutrez casi entrañable del Bar Betis, tascón para borrachos matutinos de aguardiente y vino blanco barato. El invierno en La Puebla no daba para mucho más que para recoger aceituna, trabajar en la obra o haciendo alguna chapuza, cobrar "peonadas" que no se habían trabajado en realidad y pasarse las horas, vivas o muertas, en los bares. Pocas veces he visto, ni siquiera en los documentales de National Geographic sobre la Antártida, una desolación semejante a la de la biblioteca pública de aquel pueblo. Ni siquiera había chavales estudiando. Yo tenía alucinado al bibliotecario por la cantidad de libros que sacaba al cabo de la semana. El hombre tenía el mejor trabajo del mundo, o al menos eso me parecía. La biblioteca era pequeña, pero estaba bastante bien surtida. Abundaban las Obras Completas, los Premios Nobel, los Goncourt, los Pulitzer, aquellos tochos adorables que publicaba Aguilar y que aseguraban meses de pura delicia. El bibliotecario, al que recuerdo bajito y adusto, tal vez melancólico, conocía a mi familia pero no me conocía a mí. En cierta ocasión me preguntó si de verdad me leía enteros aquellos libros o si solo estaba estudiando y los utilizaba para consultar algo o hacer trabajos, como si yo fuera un universitario descolocado que estudiaba a distancia, o algo así. Y creo que fue entonces cuando le contesté que leer tanto formaba parte de mi trabajo de escritor. Era la primera vez que le decía algo así a cualquier cosa parecida a un ser humano que me lo preguntaba. Decirle a alguien que era escritor me solidificaba, me prestaba una entidad concreta en medio de la nebulosa que era mi vida, aunque por aquella época prácticamente lo único que escribía era poesía, que era por lo que me conocían los cuatro gatos que me conocían, es decir, mis amigos y un par de familiares. Yo ya había leído en Francisco Umbral aquello de que Balzac y Dostoyevski escribían para pagar deudas. Eso es profesionalizarse y lo demás es diletantismo. Y estaba plenamente de acuerdo, solo que llegaba a avergonzarme de no cumplir con tal aserto. Aquella gloria mínima, de radio corto, que suponía que el grupo de rock de mis amigos de Lanjarón, Mundo de vivos, hubieran grabado una maqueta con dos letras mías, era en realidad todo lo que tenía a mis espaldas a mis más o menos veinte años. Y a cambio, claro está, no había obtenido dinero; copas infinitas en los bares de Lanjarón y Granada sí, pero nada de dinero, como era lógico, puesto que todos eran estudiantes y manejaban el mismo inexistente presupuesto que yo, aunque a mí siempre me parecía que todos tenían más dinero. Yo vivía como siempre había vivido, al socaire de mi padre, que de vez en cuando me daba lo que podía para que me diese una vuelta por el pueblo, pero ya empezaba a incubar la idea de que "era" una escritor profesional, si por profesión se entiende no lo que uno hace para ganarse la vida, sino lo que uno hace, a secas. O mejor dicho, lo único que uno hace o sabe hacer. Yo estaba todavía muy verde en casi todas las suertes de varas de la vida. En realidad, yo todavía no tenía ni puta idea de literatura ni de la vida ni del amor ni de nada. Todavía estaba dentro del huevo, a salvo del mundo por la sencilla razón de que gente como mi padre, ahora que vivía con mi padre, o mi madre, cuando cambiaba de tercio y me iba a vivir con ella, se interponían entre mí y la realidad. Los libros, la música, la poesía, el recuerdo de Laura, a la que escribía cartas prácticamente cada dos o tres días (mi epistolario podría servirle a estas alturas como curiosísimo documento psicolo/literario/ antropológico, si es que lo conserva o si es que sigue viva, dato que desconozco), me aislaban de la intemperie del mundo, que a mi alrededor percibía sórdido, pueblerino, mediocre, aburrido, cruel. Bestiajos hartos de cubalibres en los bares, tías apolilladas y beatas, cuando no directamente subnormales como mi tía Juana o déspotas chillonas como Presentación (con ese nombre no es de extrañar la mala leche que gastaba la madre del hoy en día olvidado Íñigo de Gran Hermano), primos que no compartían mis inquietudes o sencillamente no las entendían, como Paco o Miguel, y ante los cuales yo exhibía una especie de orgullo libertario/ literario: eso era lo que me rodeaba. La gran gloria literaria de la Puebla de los Infantes era Paulino Rodríguez, que es el autor de sevillanas como aquella de Algo se muere en el alma/ cuando un amigo se va, a quien yo había visto de niño y muy pocas veces en mi vida; entonces me parecía que si aquel hombre era la gloria local, el emérito vate de los puebleños (a los que yo llamaba pueblerinos, con todo su ácido), el hecho de haber rebautizado al pueblo de mis abuelos paternos como Malamuerte de los Infantes era todo un logro literario, porque la verdad, las sevillanas en general siempre me han parecido una auténtica mierda escrita por gente sin talento para una audiencia sin neuronas, salvo excepciones. Y encima Paulino Rodríguez ganaba dinero con eso, lo cual me exasperaba, y mi tía Inés me lo recordaba constantemente, lo cual me exasperaba aún más -tú lo que tienes que hacer es escribir un libro de sevillanas, me decía-, hasta el punto de que llegué a odiar las sevillanas como solamente odio cosas como el Vaticano, la estupidez, el fascismo o la economía neocon/neoliberal, con un odio reverberante, pleno, volcánico. Yo estaba equivocado, claro; aquello de escribir como me diera la gana, lo que me diera la gana y cuando me diera la gana no llevaba a ningún sitio. Yo ya era pecador antes de haber cometido el pecado, que era publicar. Según mi tía Inés, que como la crítica literaria solvente y de plena dedicación que era, la pobre, consideraba que los sonetos de Santa Teresa de Jesús eran lo más de lo más en poesía española y Juan Ramón Jiménez el maestro por antonomasia de las letras patrias, lo que yo escribía era cuchufletas sin importancia, resabios con olor a rebeldía, remedos de literaturas extranjeras que ella desconocía pero como no eran españolas eran poco menos que literaturas escritas por herejes. Dostoyevski era ya demasiado fuerte para su paladar, degustador de la Biblia, San Juan de la Cruz y ABC. Encerrada en su casa, de la que no salía más que para ir a misa o a la compra o a hacerle una visita a alguien, yo era para ella, las veces que iba a verla, una especie de acontecimiento demoníaco al que sin embargo había llegado a tomarle cariño. Nunca dudé de la sinceridad de su afecto hacia mí. Siempre había dicho que yo era su sobrino favorito, el más inteligente de todos, más que sus propios hijos, más que los hijos de mis hermanas, más que la mayoría de los hijos de las señoras del pueblo. Me trataba con un afecto de solterona, aunque no lo era, y mientras trataba de convencerme de que Dios Es Amor y me afeaba el hecho de que fumara, mi tío Antonio González, más conocido por el de Narciso, que siempre me había parecido un enano rencoroso, envidioso y resentido (odiaba a mi padre como odiaba a todos los que habían logrado escapar del pueblo a una edad en la que él ya estaba casado y esperando a mi prima Lola), se iba al Casino, una vez cerrada la tienda, a rumiar lo que tuviera que rumiar y tomarse unos vinos mientras echaba una partida de cartas, dejando a su mujer filosofando con aquel melenudo hijo de puta, aquel listillo borracho, aquel accidente de la naturaleza, aquel hijo de divorciados que era yo.

Y es que para el Narci ser hijo de divorciados era toda una categoría política y existencial. Era lo peor. Era pecaminoso, sospechoso. Era una lacra insoluble. Para él y para la mayoría de la gente como él en aquel pueblo, que ya no vivían en la época de Franco pero actuaban exactamente igual que cuando la gente se quitaba el sombrero, o la boina, o lo que fuese, cada vez que veían pasar a la pareja de la Guardia Civil o al cura. O a alguno de los señoritos del pueblo. El mismo servilismo inconsciente, la misma mirada sumisa, el mismo temor a que alguien hablara mal de ellos, el terror a cosas como el divorcio, las minifaldas, los hijos fuera del matrimonio o no ser capaz de pagar las cuotas de socio del Casino. El Narci era un tendero con mentalidad de tendero, de los de toda la vida. El hecho de que alguien pretendiese dedicarse a algo tan volátil como la literatura era algo que ni siquiera le cabía en la cabeza, como a la inmensa mayoría de mis familiares. Estaba muy bien que hubiera artistas en el mundo, los libros quedaban muy bien para adornar el salón, la música quedaba muy bien para adornar el salón, los cuadros quedaban muy bien para adornar el salón -lo importante era que todos viesen lo bonito que quedaba el salón-, y Paulino Rodríguez era un fenómeno, un genio, pero también trabajaba de maestro de escuela, y por lo tanto tenía un sueldo, que era a fin de cuentas lo único importante en esta vida. Los hijos estaban para estudiar Derecho, como mi primo Paco, o Turismo, como mi prima Lola, o Arquitectura, como el hijo de su amigo Lorenzo Valenzuela, o Económicas, como el hijo de su primo Juan Casas. Los hijos estaban para darles a los padres la satisfacción de culminar una carrera que ellos no habían tenido oportunidad de estudiar, y hacerse hombres y mujeres de provecho que ganaran mucho dinero y pudieran comprarse un apartamento en Torremolinos, como él, y un piso en Sevilla, como él, y un Mercedes familiar, como él. La literatura era una anomalía, era el caos, eran pájaros en la cabeza en vuelo hacia ninguna parte, o sea, hacia la pobreza, la misma pobreza en la que mi padre caía regularmente por su mala cabeza, con su ropa cara y su Opel Kadett y sus trabajos que nunca conservaba por su afición a la mala vida, esa mala vida que él envidiaba, en el fondo, con todas sus fuerzas.

-A tontos como éste les he dado yo de comer por la cara más de una vez en La Marmita, y hasta les he prestado dinero para alquilarse un apartamento en La Carihuela o para echarle gasolina al coche o para comprarle pañales a sus hijos- me dijo mi padre en cierta ocasión-. A gente como ésa, que llevan el estandarte en las procesiones de la Virgen de Las Huertas, he tenido que pagarles viajes a Londres para que abortara su hermana. A mí me van a venir con gilipolleces.

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DEJAD QUE LAS NUBES PONGAN TÍTULO A ESTO
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 9:38pm


He perdido un soneto que decía

que la luz de tus ojos me alumbraba,

que en el alma llevabas pedrería

preciosa, y que tu voz me cautivaba.



Que he perdido tus muslos en Dublín

mientras buscabas pollas por Sevilla,

que como zorra eras de postín,

que aquel violín sonaba a maravilla.



Será que cuando vuela la poesía

da jaque mate la mediocridad

en esta vil "parida" de ajedrez;



será que tras la musa hay una arpía,

que la lluvia me sabe a soledad

y haber creído en ti,  a soplapollez.
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HOMBRE DE PRINCIPIOS
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 9:32pm
I wanna get drunk till I´m off my mind

JOHN LEE HOOKER





Bebo, en primer lugar,

porque me da la gana,

porque el futuro viene como una blanda tormenta

de hastío anticipado

en un mundo con menos luces que la tonta de la esquina,

bebo porque el hígado aún no me duele lo suficiente

para claudicar

y perderme en la inane rutina de cafés descafeinados,

licores sin alcohol

y días sin sal

que el común de los mortales llama existencia.

Bebo porque tengo demasiadas neuronas con aristas

pequeños microscópicos cristales de hielo

lúcido aquí dentro,

en esa oscuridad relampagueante de la que algunas mujeres

se enamoran

y que otras desprecian. Bebo

en honor de los que las ven venir

desde muy lejos, sin piedad, sin honor, sin alma

y con hipoteca a cien años,

bebo para adornar la soledad

con vicarios arrebatos de ternura,

bebo como un poseso o un desposeído, bebo

como un imbécil

que no sabe todavía por qué le brotan poemas

de la niebla itinerante que es su alma,

y, porque como dice un viejo blues

me gusta gastar más dinero que un millonario

siendo como soy lo que los entendidos/desentendidos

llaman

una rata letrada con cultura y supuesto

buen corazón, un Robin Hood

de la literatura. No lo sé.

Mis mujeres se asustan a partir del quinto whisky,

y hasta la realidad más sórdida distrae

algún rastro de bondad

cuando bebo. Bebo

por no ver las noticias, por no releer

el Ulises de Joyce

por sexta vez para morirme de envidia, bebo

por no matar

a tanto tocapelotas

y para adquirir la presencia de ánimo que facilita

que el cenutrio al que oigo decir

que la poesía es una mariconada

siga vivo

para poder seguir vomitando sus gilipolleces

ante auditorios propicios. Soy un hombre piadoso.



Bebo porque se me incendian los otoños,

porque noviembre es largo,

porque ciertas mujeres se me aparecen como obras maestras

dentro de la inanidad imperante

y las palabras exactas para bajarles las bragas

-llamadme romántico-

florecen con más facilidad

cuando rugen las hogueras del vino

o fluyen los ríos de whiskey a los que cantaban The Pogues.

Bebo porque me siento acompañado

por Faulkner, Quevedo, Shakespeare, Mozart, Corelli,

Charlie Parker

mi tío Ángel Luis

y toda la bendita nómina de muertos y vivos

con la que transito

por las calles sin alma de la vida.

Bebo porque me sale de la bendita punta de la polla,

porque he dormido en la calle en Roma,

en Londres, en Galway, en Sevilla, en Lanzarote

y un trago ayudaba a no cortarle el cuello

al primer topo autosatisfecho que pasara por allí.



Bebo porque conozco

muy pocas alegrías

y a demasiadas putas

y porque la Biblia puede estar en una canción

de John Lee Hooker, bebo

porque las guitarras de Córdoba

y el whistle de las Islas Aran

suenan mejor, exprimen el corazón

como una esponja de sombras

y a veces saco lo mejor de mí

y las páginas salen solas, aunque aún no alcance

a comprender

por qué escribo. Será que no sirvo

para otra cosa. Y ya que gano

poco dinero

con esto del mester de juglaría

por lo menos -a veces- me harto de follar. Es,

sin duda,

uno de los grandes misterios del Universo.



Bebo por cada cana de mi barba

y por los campos nevados que me acecharán

cualquier día,

sin la dulzura de una piel

o de una página

donde refugiarme.



Anda, bonita, invítame a una copa.
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BALADA DE LA TÍA MARÍA COLLARES
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 9:28pm

La que aún echa de menos

la polla de alguien

que no es su marido



la compradora compulsiva

de cremas

y maquillaje



la que se libró de los colmillos

de la vida

de la intemperie

de la vida

de la miseria atroz

de la vida

gracias al matrimonio



y a la que le ha salido un hijo golfo



la inquisidora de la mierda ajena

la que se abrió de piernas por dinero

la que se acojonó con las orejas

del lobo

la que jamás prestó sin intereses



permitiéndose el lujo de decirme

en pleno funeral de su propia

madre

-mi abuela-

que si es que estaba allí por su dinero



mira, maría collares



yo jamás te he pedido una moneda

ni me he escandalizado de que tu marido

haya robado a manos llenas

desde el confort blindado a todos los vientos

de su despacho de banquero

me la suda si tu hija

tiene una polla en cada puerto

y viaja con visa oro

y si tu hijo le da a la coca

o se pone de whisky hasta las cejas



yo jamás te he llamado por teléfono

para decirte que necesito una dentadura nueva

que me ayudes con la matrícula de la universidad

o que me localices una clínica

de desintoxicación

para mi hermana



estoy muy orgulloso de cagar por el culo

la comida que yo mismo me pago

o que yo mismo robo

(no tengo ningún marido que lo haga

por mí)

y de no ser nadie

para nadie

o mucho para pocos

o lo que coño sea

aquí en mi rincón



tu mundo me da náuseas

tus almuerzos familiares me dan náuseas

tu hipocresía me da náuseas



maría collares



así que métete tu dinero

por el culo

si es que tanto mear perfume francés

recibir besos negros de familiares

en apuros económicos

y cagar langostas thermidor

no te ha dejado

sin ojete



bonica
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*      UN PAÍS LIBRE

*      by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 9:19pm
El camarero

del bar

de abajo

de mi casa

me pide

que no lleve en la solapa

un pin

con la bandera

republicana

porque -dice-

eso le impide -dice que es una provocación-

lamer adecuadamente

las almorranas

de un cliente fascista

que deja buenas

propinas.



Lo que yo decía:

hoy el cielo tiene color

de vómitos

rancios.
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*      ROSAS DE SAL EN EL CORAZÓN

*      by Miguel Ángel Sosa Higuera on Sunday, July 3, 2011 at 9:14pm
Rosas de sal en el corazón a la hora de las luces vagas

De verdades que no admiten nombre

Cruces de caminos entre los abetos de la memoria

A la hora de la nieve que cruje como el alma

La lluvia sobre el asfalto de los recuerdos

Impuros como mano enemiga tendida cordialmente

Lamer las tetas de Pilar Rubio en un anochecer de farolas lánguidas

A lo lejos, en un Madrid de niebla

Y el viejo Leonard perdido en el fondo de un vaso de whisky

Entonando The Future



Un cruce de carreteras en las sábanas manchadas

Mientras se cierran todos los telones

Y la luz relumbra en los vasos y el piano



Goodbye everybody Canta

B.B.King



Un zapato de Pilar Rubio por el suelo

Mientras aúllan los lobos

En mi corazón perplejo de cenizas.
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by Miguel Ángel Sosa Higuera on Tuesday, May 31, 2011 at 1:38pm
Noches de calabozo con mosquitos,
esposado, bocata de propina;
puta Guardia Civil y putos ritos,
juez con mierda bajo la gabardina.

Pistolas cargadas de cocaína,
comisarios con cuernos y medallas,
el sicario tortura y el preso desafina,
y los secretas confiscando rayas.

Muy valientes y honrados y con porra
y uniforme y pistola y carta blanca
para joderte vivo. Y con banderas.

Tienen el usufructo de la zorra,
sus jefes son machacas de la Banca,
¿derechos?; abra usted las tragaderas.
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SEVILLANAS DEL "PALO VA, PALO VIENE"
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Saturday, May 28, 2011 at 7:06am


Dedicado a los agredidos de Barcelona.



Yo quiero que a mí los palos

me los pegue Bud Spencer.



...me los pegue Bud Spencer.

Yo quiero que a mí los palos

me los pegue Bud Spencer.

Yo quiero que a mí los palos

me los pegue Bud Spencer.



...me los pegue Bud Spencer,

porque son palos de broma

de los que dan y no duele.

Son golpes pero sin porra

que suenan y no se sienten.



Hay que limpiar la ciudad

"pa" los turistas que vienen,

"pa" los turistas que vienen,

que dejan un euro y medio

y vuelven a los hoteles.



Un cáncer en los cojones

te lleve "pa" el otro barrio.



...te lleve "pa" el otro barrio.

Un cáncer en los cojones

te lleve "pa" el otro barrio.

Un cáncer en los cojones

te lleve "pa" el otro barrio.



...te lleve "pa" el otro barrio.

Que se te caiga la porra

"toíta" hecha pedazos.

Molotov te sirva un cocktail

cuando te vea jadeando.



Hay que limpiar la ciudad

"pa" los turistas que vienen,

"pa"los turistas que vienen.

Adelantemos la Liga,

que empiece el mes que viene.



Un boomerang es la "pela"

que vuelve en forma de palo.



...que vuelve en forma de palo.

Un boomerang es la "pela"

que vuelve en forma de palo.

Un boomerang es la "pela"

que vuelve en forma de palo.



...que vuelve en forma de palo.

Con su sueldo ellos te pagan

los palos que tú le has dado.

¡Anda!, ¡sé un chucho bueno!.

¡Échate ahí!, ¡no seas malo!.



Hay que limpiar la ciudad,

que se enfadan los tenderos,

que se enfadan los tenderos.

Nunca se queda contento

un cateto por dinero.

de Buzo del Guadalquivir
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EL TORO DE INTERECONOMÍA Y LA FIESTA NAZIONAL
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Saturday, May 28, 2011 at 6:54am


Lo de identificar España con la efigie del toro manda cojones, como si en este país, ya que se trata de eso, no existieran figuras como Cervantes, O Paco de Lucía, o Séneca, o Velázquez, o incluso Marianico el Corto. Es uno más de los muchos discursos surrealista/folklóricos de una derecha delirante, aceradamente empeñada en la existencia de complots –no sabemos si judeomasónicocomunistas- contra la integridad nacional, cosa que a este humilde cronista, ácrata ferviente y a la vez orgulloso defensor de la cultura en lengua española –lunfardo incluído- toca bastante los cojones. ¿Otra vez el rollo de España como unidad de destino en lo Universal, con pestazo mefítico a brazo incorrupto de Santa Teresa, régimen nazicatólico avant la lettre, cerrado y sacristía y paredón para los desafectos al régimen que defienden personajes como Jiménez Losantos y César Alonso de los Ríos y otros ilustres tertulianos encorbatados? Naturellement, mes amis. “Losantos es un fenómeno”, dice alguien anónimo en un mensaje. De eso no cabe la menor duda: un fenómeno de feria. El Hombre Elefante de la derechona dura, esa que gusta tanto a la Iglesia Católica de toda la vida, la de los autos de fe, la que pactó con Hitler, la misma que de tener cierto grado de poder –aparte del de petarle el culo a los niños con la venia de sus superiores- probablemente llevaría a cabo una limpieza ideológica de órdago, a sangre y fuego y mazmorra, como en los buenos viejos tiempos de Torquemada.

El toro ibérico como símbolo aglutinador de todo un país que es precisamente más rico no por supuestos afanes de unicidad, sino por su variedad geográfica y cultural, desde las costas de Finisterre al Cap de Creus, desde Cádiz a Fornells, desde Irún a la isla de La Palma. Por no hablar de lo que realmente nos vertebra, en el sentido orteguiano: el idioma. Desde Seattle a Pekín, desde Tromsö a Punta Arenas. Una cultura heteróclita, efervescente, tentacular, poliforme, inmortal como algunas de sus predecesoras, consecuencia de la lenta decantación de múltiples mestizajes, de vocación mundial y largo aliento histórico, etnográfico, filológico y filosófico, que a estos cenutrios de mente más corta que un suspiro parece molestar, cual patada en los cojones, mientras se beben unas cañas en un debate televisivo (al menos la idea es original, graciosamente castiza, dejando a un lado la caspa). España es mucho más que la efigie simbólica de un toro bravo. Hasta el perfil de Quevedo les hubiera quedado más digno. Están, como siempre, perdidos en las alcantarillas de la historia, chapaleando en la mierda como ratas rabiosas, de discurso apocalíptico y pseudopatriotero y salvapatrias (no recuerdo quién dijo aquello de que el patriotismo era el último refugio o recurso de los infames: cito de memoria y a vuelapluma), demonizando a una izquierda que, por cierto, tampoco es un modelo de probidad ni de coherencia ni de honestidad (chorizos hay en todas partes), pero que tampoco creo que tenga nada contra los toros. O contra el Toro, con mayúscula. El mismo que ahora pace en las muy políticamente correctas y saneadas y fértiles dehesas de la burocracia de la Unión Europea sin decir literalmente ni mu.

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DENUNCIE USTED
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Friday, May 27, 2011 at 12:27pm


Sea solidario con el Estado, pobrecito, que no solo vela por nuestros intereses sino que va a acabar teniendo vela en todos los entierros: denuncie usted anónimamente a su vecino si lo ve fumando en zona no autorizada o arrojando colillas al suelo. Qué prestancia soviética o filonazi de leyes antitabaco, promulgadas precisamente en unos momentos históricos en que la crisis económica plantea enfrentarse a problemas bastante más urgentes que la demonización de los fumadores. El grado de soplapollez, dicho con todas sus letras, de esta leguleya, fascistoide, atrabiliaria movida es casi el remate perfecto de la gestión babosamente paternalista y fascistoide de un gobierno evidentemente ineficaz. A los más de cuatro millones de parados que navegan entre la cotidiana zozobra y la ubicua desesperanza cotidiana por las calles españolas, sólo les faltaba que les prohíban fumar mientras apuran su café con leche o se dan coraje para afrontar la miseria cotidiana con una copita de aguardiente en su bar de toda la vida. O que los denuncie la vecina por aplastar una colilla bajo su balcón. Hasta los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado debieran protestar por semejante grado de regresión, en el aspecto nicotínico, a la más negra, pútrida, esperpéntica España de hace unas décadas. Claro que no lo harán: al fin y al cabo seguirán cobrando sus nóminas gracias, en buena parte, al dinero que el Estado recauda gracias al irredento empeño consumidor de los fumadores de pro, que se dejan la pasta alegremente a pesar de la prohibición. Lo de seguir trincando a cuenta del ciudadano –que no es lo mismo que trincar al ciudadano- nunca será susceptible de ser prohibido, quod decet. Así nos luce el pelo. Los pulmones son un asunto estrictamente privado. Y que luego no nos venga la Ministra de Sanidad hablando de gastos de tratamiento. ¿Le ha preguntado alguien a ella cuál es su presupuesto mensual en cremas de maquillaje o gambas a la plancha o modelitos de Versace? Venga ya, coño. Van a venir a robar a la cárcel, a estas alturas.
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VUELAPLUMA
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Friday, May 27, 2011 at 6:13am


Por lo visto, los señores de esta cadena consideran que la efigie representativa de España es un toro bravo. El anagrama de Intereconomía es un toro bravo. Aluden al toro incluso en videos en los que una voz en off insta al animal a levantarse y luchar, es decir, a recuperar Cuba, Filipinas, a Felipe II y el oro del Perú: hacen proselitismo de una España que ya no existe más que en la imaginación calenturienta de 4 fachas, aprovechando coyunturas como la de la crisis...etc etc. Es para no perdérselo: es el canal Comedy por excelencia. Es tan delirante que tiene efectos psicotrópicos, lo juro. No soy yo el que alude al Toro: son ellos. Pues claro que lo ideologizan. Hasta los cuernos.




DE EDITORIALES
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Thursday, May 26, 2011 at 1:35pm


Hola, compañero:
He llamado a Atlantis, y me han dicho que pueden enviarme el libro sin problemas, al precio de: 17 euros, más 5 euros de gastos de envío. También, que puedo pedirlo en la casa del libro y en la librería Prometeo; he buscado en ambas y, ciertamente, lo tienen. La última, a 17.68 euros. Les he dicho que vivo en un pueblo de Toledo, (porque me lo han preguntado), y sugieren que se lo pida a la librería de aquí, y ellos le enviarán los ejemplares que le pidan. Ya ves, lo venden aunque a ti te digan que no. Con la editorial mia, seguro que pasará lo mismo. Si quieres informarte es: "Éraseunavez.org". Por lo que veo, todos de la misma calaña.
He aprovechado para decirles que también soy escritor; dicen que les mande alguna obra. Les he preguntado si es coedición, dicen que no, que sólo debo ayudarles a vender cien libros en la presentación, pero que tengo que comprar los que no se vendan. Así, de golpe, dando por hecho que la editan sin conocer el contenido.


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DESINSPIRACIÓN
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Thursday, May 26, 2011 at 10:52am


Un hombre puede llegar a sentir gran afición
por la mierda si su subsistencia depende de ella,
si su felicidad está comprometida.

-HENRY MILLER-

No hay de qué preocuparse
La noche es un río de estrellas que se descojonan
mientras los árboles murmuran tañidos
por un viento descerebrado
y la buena gente se engancha al televisor
para ver programas que sonrojarían a nuestros
antepasados, que harían agachar la cabeza
al propio Zeus, que harían suicidarse
a Esquilo, a Sófocles,
a Catulo, tal vez
al propio Cervantes
si no hubiera escrito ya
lo que Dostoievskii llamó
la más triste de todas las historias. No tenemos remedio.
Somos los extraños esclavos de una religión laica
que ni las piedras comprenden. El inconformismo
daña su salud
y la de los que están a su alrededor, es
el slogan que les falta por colgar en las paredes
a la manada de hijos de puta
que tienen la sartén por
el mango. Qué buen sofrito
están haciendo los muy cabrones
con nuestros cerebros.

Poetas que son putas baratas
que además ni cobran, no al menos
lo que la perfecta ama de casa
que se pule la Visa del marido
comprándole ropa a su amante
y luego le pone velas
a la Virgen del Banco de Santander, poetas
como gorriones, como mirlos,
como abubillas de los premios literarios,
comemierdas, lameculos
vendidos por cuatro cuartos
que al final resultan ser
cuartos de pensión, cantores
de las excelencias de la Semana Santa,
del ojo del culo
del presidente de Planeta,
del paisaje de Rabanillos del Monte. Novelistas
de la nada,
paniaguados, cretinos, vacíos
de cualquier mínima luz
de inteligencia, de creatividad,
de espíritu vitriólico, algunos
con bastón y desatadas
perdidas
cada vez que salen por televisión. Músicos
que se repiten a sí mismos
cada vez que abren
la puta boca, comprometidos, solidarios,
engagés, su
padre a caballo
con cortijito y Mercedes
o fundación a favor de los espárragos
de Torredoncapullo de la Dehesa.
Y el personal
echando el hígado por un equipo de fútbol
los fines de semana, y las putas
en las esquinas
con más clase
que cualquier duquesa mediática
e historias de verdad que contar, historias
sangrantes, viscerales,
de navajazo en el Metro,
y mendigos que podrían ser Sócrates
y se ahogan en vino
por no tirarse al río más cercano.
Ya nadie se acuerda de Orson Welles.
De Beethoven. De Yeats.
De Tolstoi. De Goya.
Lo suyo es ahora el teléfono móvil
de última generación, el portátil
de última generación, las tetas
siliconadas de última
generación, ah,
y por supuesto el Premio Planeta.

En fin, nada de lo que preocuparse.
La noche plateada se refleja en las fuentes
y las farolas iluminan tenuemente
los empedrados de las callejas
del corazón. Estamos a salvo
en la niebla, fumando,
junto al fuego de ciertas chimeneas,
en las tabernas recónditas del recuerdo.
La juventud ha pasado
pero seguimos vivos, y de vez
en cuando
incluso arrojamos televisores
por la ventana
y nos descojonamos
de
la
risa.
……………….




BILLANSIKO Nº3
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Thursday, May 26, 2011 at 7:40am
Para Francisco G. Carrillo


Ya vienen los derechones
Con corbata y crucifijo
A tocarme los cojones
Con cara de niño pijo

Ya vienen con el sahumerio
Con cardenales y obispos
El Papa y su bendición
Y el Opus a plazo fijo

Con banderas rojigualdas
Y con la virtud del vicio
La mano bajo las faldas
De la chica de servicio

Vienen con el beemeúve
O con el Mercedes negro
Roneando de chaletes
Y de la pasta del suegro

Vienen con vivas a Franco
Y a la hermana San Sulpicio
Con la querida y su estanco
Y el abuelo en el hospicio

Qué cruzados por la Causa
Qué pandilla de ladrones
Con la reata de curas
Que les lamen los cojones
Y con la tía beata
Que regala polvorones
…………………………………….

DE CLÁSICOS
by Miguel Ángel Sosa Higuera on Friday, May 20, 2011 at 7:23am

Homero, Esquilo, Sófocles, Cicerón, Séneca, Catulo, Ovidio, Virgilio, Horacio, Apuleyo, San Agustín, Santo Tomás, Aristóteles, Platón, Shakespeare. Eso de aperitivo. Quien no haya pasado por esas páginas alguna vez en la vida se está perdiendo el conocimiento de los mismísimos pilares que cimentan la cultura -no ya sólo la literatura- contemporánea. Y se nota, vaya si se nota, que hoy en día se cita a estos escritores porque se le ha echado un vistazo a la Wikipedia o a un diccionario de citas. No hay más que echar un vistazo a lo que se publica últimamente como literatura "seria". Y luego, otra vez Shakespeare, y Cervantes, sin olvidar a Quevedo, Lope de Vega, Góngora, Garcilaso, Cadalso, Montaigne, Villon, Dante, Diderot, Voltaire, Nietzsche, Schopenhauer, Proust, Kafka, Joyce, Yeats, Ibsen, Chejov, Dostoyevski, Tolstoi, Rabelais, Andre Breton, Apollinaire, Verlaine, Baudelaire, Rimbaud, Housmans, Lawrence Sterne, Lawrence Durrell, Hemingway, Dos Passos, Scott Fitzgerald, Dorothy Parker, William Faulkner... La lista es interminable. Ha de serlo. Los clásicos no mueren aunque haya gente denodadamente empeñada en vendernos a Stephenie Meyer y otras lindezas huecas. Muere un poco, se mutila un poco a sí mismo/a, quien no aprecia, disfruta, aprende, se inclina humildemente ante tanta grandeza, sin la que no sería posible ni la décima parte de lo que somos hoy.
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May 20 at 7:33am ·