Para su infección no había
antibióticos. El pronóstico medico auguró “si a los 40º C no se baja la
temperatura, morirá”.
De su cuerpo semidesnudo,
candente, aplastado sobre la cama, emanaban vapores. Luchaban contra su muerte,
médicos experimentados y a la vez, amigos personales. También luchaban, cada
uno a su manera, amigos y amigas de antes y de ahora. Algunos, además, eran
hijos del corazón, pero no de la carne. Todos querían retenerlo.
A los treinta y nueve grados
centígrados, empezó a delirar en un mono diálogo sin fin, con parientes y
amigos fallecidos. Narraba su infancia en una aldea de oriente, “viví el
paraíso”, repetía suspirando.
A pesar de los denodados,
increíbles esfuerzos, no se pudo detener la fiebre. Llegó a los cuarenta grados
centígrados. Hablaba poco, sólo palabras sueltas, estaba inmóvil, respiraba
dificultosamente… dejó de respirar,
pasaron segundos. ¿Cuántos? ¿Alguien lo sabe? ¡Cuántos, por favor! Tenía 80 años.
Entre los presentes, hubo
sollozos entrecortados, respiros de profunda resignación y también doloridos
rechazos. Un denso silencio ambiental. Nadie supo cuánto tiempo dejó de
respirar. Porque, súbitamente, empezó a recuperar la respiración lenta, dificultosa.
¡Milagro! La fiebre disminuye
lentamente.
Abundaron los “por qués” y los
“¿qué pasó?”, pero la alegría fue mayor que la necesidad de indagar.
Más allá de lo que se dijo, y
de lo mucho que no se dijo, fue impresionante la cantidad de amor que la gente
aportó para que un ser humano no los abandonara y siguiera acompañándolos en
sus vidas.
HACE UNOS AÑOS, ÉL DECIA
-
En mi vida busqué la mutua adaptación con mis amigos.
-
De la amistad, hice un culto. Modelé, me
modelaron. Enseñé, me enseñaron. Cuidé, me cuidaron. Amparé, me ampararon.
Guié, me guiaron.
¿QUÉ PASÓ EN LOS SEGUNDOS DE PARO
RESPIRATORIO?
Cuando su respiración se
detuvo, una bolsa invisible en forma de huevo hecha de energía gravitacional,
explotó. Contenía su cuerpo. Toda su vida lo había protegido y encarcelado,
hasta el momento en que el huevo se abrió.
Una energía distinta, potente,
lo succionó llevándolo, sin escalas, hacia otro espacio, dimensión, o como sea
que le llamen. No lo sabemos, no importa. Lo succionó.
Allí encontró una libertad desconocida. Comparó con los ochenta años de
prisión (amor, protección, esclavitud) en el huevo terráqueo. Conoció las
diferencias entre ellas. Viviéndolas.
Estaba ahora en un espacio de
más luz, paz y libertad total… era la ingravidez.
Vio a gran distancia, una
columna. Venía a tanta velocidad, que apenas llegaron, ya se fueron. Todo duró
“cuatro segundos” (en horario terrestre). Pudo dialogar con algunos amigos,
abrazarse con otros, bromear con vecinos, saludarse solamente con los no
amigos, como si el tiempo del desfile hubiese sido de una “hora terrestre”.
Se sorprendió de lo que le
estaba pasando. Tanta velocidad en el trato con la gente, era para él
desconocida.
Estaba pensando en eso, el
avance veloz se repitió. Pero esta vez, era él quien se desplazaba. De nuevo
despidiéndose de cada uno, en no más de cuatro segundos terrestres. Tenía que
acostumbrarse a esto, algo muy distinto a lo ya conocido. Su mente estaba muy
lúcida comparada con la anterior.
EL PENSAMIENTO INDUCE LA ACCIÓN
Contrariamente a la tierra, aquí
los seres humanos no tenían cuerpo sólido, sólo cuerpo sutil. ¿Sería esa la
causa de la gran velocidad? se preguntó. Ahora, podía pensar mucho más
rápidamente.
Apareció un grupo de personas
que discutían. Hablaban todos a la vez. Pero no era un desorden, todo lo contrario. Hablaban uno con otro, como por
canales separados, sin interferir. Cuando un nuevo interlocutor empezaba, no se
interrumpía el dialogo con el anterior, continuaba sin ninguna interferencia.
Él quiso hablar con ellos.
Inmediatamente, un ruso en un nuevo canal le preguntó en un dialecto
desconocido, si hacía mucho que había llegado. Él se admiró, porque sin conocer
el idioma o dialecto, entendió lo que le quería decir. Le contestó
inmediatamente con palabras “no hace mucho, hace poco”. El ruso puso mala cara
porque no le entendía y se lo aclaró.
-
Con palabras, no. Con el pensamiento.
Entonces él buscó cómo hacerlo.
Lo consiguió y lo hizo. Empezaron a entenderse. Otra persona se incorporó al
dialogo ¿problemas? No. Se estableció un nuevo canal y hubo un “triálogo”.
Todos hablaban a la vez sin ninguna confusión, sin necesidad de traducción, no
había ningún error. La comunicación de todos era fluida.
Él descubrió que aquí,
contrariamente a la tierra, el
pensamiento induce la acción.
¿PALABRAS AQUÍ? PARA QUÉ…
Estuvo con personas que vivían
en una especie de aldea, no como las que él conocía, distintas. Vivian su vida
diaria. Bueno, lo que él interpretó que era su vida diaria: iban, venían,
transportaban cosas, conversaban.
Fue a otro lugar, una ciudad
con mucha gente. También gran interacción, muchos comunicantes, pero no caos. Notó que en diversas
situaciones intervenía la voluntad. Pero
acá, era una voluntad sutil. En la tierra, hubiera sido una voluntad pesada.
Aquí, por lo que había visto, todo era menos denso que en la tierra.
Quiso saber más de la aldea con
gente que parecía cultivar la tierra. Tuvo problemas con las palabras. La
palabra “cultivar” no correspondía a la realidad, porque vivían de la tierra,
no la trabajaban. También, la palabra “vivían” quizás no era correcta, porque
estaban unidos a la tierra como una planta al suelo. Pero no era suelo, no era
planta, no era una unión conocida por él. Era otra unión, ¡claro! era otra
realidad. Para la cual no encontraba equivalentes en el lenguaje humano que él
utilizaba. Entonces, decidió adaptarse a la nueva realidad. Si aquí no hay
palabras, ¿no las buscaría? Fácil es decir y difícil es hacer. Después de
ochenta años de vida, permanentemente con palabras, las extrañaba y sentía su
vacío. Pero aquí el pensamiento carece de palabras. Aquí pensar es inducir a la
acción.
Sin tener nada que ver, me
asaltó una duda. En la Biblia, Dios dijo “hágase la luz”. Pero la situación
pudo haber sido igual que la de aquí, el pensamiento inducia la acción.
Teniendo en cuenta, , en ese momento, no existieron todavía las palabras. Porque
según la Biblia, la palabra empezó a existir cuando Adán y Eva le pusieron
nombres a los animales y todo lo creado. Dejo la duda en manos de los
especialistas en estudios bíblicos. El pensamiento de Dios indujo la acción de
“hágase la luz” y se hizo la luz.
ENERGIA y MATERIA. NO
HAY DUALIDAD.
Estuvo en las altas cumbres
con andinistas. El frío era mortal, pero él no lo percibía. En el llano hacía calor. Tampoco lo percibió.
Intentó una experiencia, imposible en la tierra. Estar en los
dos lugares distintos al mismo tiempo. No terminó de pensarlo y estuvo ya en
las frías cumbres y en el caliente llano. Pero no tuvo necesidad de separarse en dos. La misma persona gozó
levemente de la plenitud del aire del llano y levemente, también, sufrió la
escasez del aire de la alta montaña, simultáneamente.
Quedó sorprendido, maravillado. Lo que en la tierra era contradicción “No puede una persona
estar en dos lugares distintos al mismo tiempo”, no era cierto aquí. ¿Podría él encontrar una explicación? Sí,
había encontrado una.
Estaba muy atrapado por su
descubrimiento, cuando sintió un golpe fuerte. Era como de un trueno
deslizándose por un largo túnel.
Lo distrajo, pero inmediatamente
volvió a lo que lo tenía atrapado…
El golpe se repitió. Ahora, le sacudió
todo el cuerpo. El trueno se transformó
en latido y el latido tomó el ritmo
cardiaco. La capsula en forma de huevo con energía gravitacional, se estaba
cerrando. Con él adentro.
Un túnel largo en el cual latía
un corazón, lo fue tragando. Nuevamente,
está en el punto de partida.
Empezó a sentir el peso de la
gravitación terrestre... protección y cárcel.
Escuchó exclamaciones jubilosas, “¡está bajando la fiebre… se salvó!
¡Milagro!” Respiró con dificultad.
Pero él añoraba fuertemente la libertad anterior. No quería que lo
sacaran de su mundo. Quería volver a él. Lo intentó. No podía.
Lo sacuden… no quiere, le
molesta. Ellos están eufóricos, quieren recuperarlo. Ve a sus amigos locos de
alegría, los mira con piedad. Pensó – ¿Por qué quieren que vuelva a esta
realidad oprimente? –
Bajó la fiebre. La cápsula en
forma de huevo, con energía terrestre, terminó de chuparlo y se cerró. Ahora sí, “la protección y la
cárcel”. La gente contenta, lo abrazó. Él no tuvo más remedio. Agradeció. Los
médicos exhaustos sonrieron, le llamo la atención. Los hijos del corazón lo
abrazaron con lágrimas en los ojos.
Como si las aguas de su rio volvieran
a sus orígenes, él empezó su retorno a la vida. Uniendo pasado y futuro en un
presente. En el otro mundo no había
materia, es decir, no había cuerpo. No había muerte. No había vejez. No había
dolor. No había enfermedades. Las aguas
de su rio que regresaban, le mostraban a
sus amigos luchando por amor para traerlo de vuelta a la vida.
El otro mundo perfecto, era
atrapante. Aquí empezó a descubrir en ellos, el amor. Empezó a descubrir en
ellos, un amor antiguo. Había vuelto a
la cárcel terrestre. El otro mundo era perfecto. Este no. Pero aquí, pudieron
unirse los “yos” y los “tus” y crear un “nosotros” por amor. Allá no hay amor y
no lo habrá nunca. El amor allá no existe. Aquí sí.
Aquí el amor no es perfecto,
pero se puede perfeccionar. Las aguas de su rio lo volvieron a su infancia. Y
desde allí inició una nueva vida creada por sus amigos con amor. En ellas,
vivía el retorno de su muerte.
ESTUVO UNOS
SEGUNDOS SIN RESPIRAR
Sus amigos le pidieron que le
contaran lo que le pasó. Pero lo vivido eran pedazos sueltos, sin estructura.
Era necesario organizarlos en secuencias.
Mientras él les contaba, ellos
lo escuchaban embelesados. Al terminar, la pregunta general fue ¿Si tuvieras
que elegir, entre los dos mundos, con cuál te quedarías? ¿CUÁL SERÍA TU
DECISIÓN? Su respuesta fue sin ninguna duda, “me quedo en este mundo porque
aquí hay amor. Allí no hay y nunca lo habrá”.
Un sueño y algo
más
Anoche 18 de Abril de 2012, soñé
con Daniel Alberto Dessein quien me dijo:
-
Tenés que
escribir esa experiencia de tu regreso de la muerte. Pero como cuando la
contás. No como cuando la escribís, que te sale sin vida.
Daniel Alberto
Dessein fue uno de mis amigos de toda la vida, el más entrañable. La amistad
con él fue profunda, creadora y muy generosa de su parte. Hace poco murió. Con
él perdí la posibilidad de nutrirme con la energía de nuestra juventud, que la
recuperábamos al recordar juntos lo que habíamos vivido. Ya no la tengo, pero
esa amistad continúa con su maravilloso hijo Daniel.
No sé,
verdaderamente, qué pasó anoche. Pero esta mañana me desperté y tenía en la
memoria el texto escrito con puntos y comas. Lo que está en estas páginas, es
el texto exacto que vino con el sueño.
JOSE BULLAUDE
JOSE BULLAUDE