Wednesday, November 19, 2014

Poema FLOR DELICUESCENTE, de Francisco Acuyo

Ancile: FLOR DELICUESCENTE: Para la sección del blog Ancile Poema semanal traemos los versos que intitulan un poema de No la flora para la guerra, 1987 en primera edi...

Wednesday, November 05, 2014

POETARIO: Premio CRISTINA FALERONI presenta. a JENIFFER MOOR...

POETARIO: Premio CRISTINA FALERONI presenta. a JENIFFER MOOR...: CRISTINA FALERONI presenta.: JENIFFER MOORE : Mes de Octubre de 2014 - Argentina www.facebook.com/jeniffermoorefanpage Mirtha Rosa Chera...

Thursday, June 05, 2014

Cuentos y algo más: Es ella quien te mira

Cuentos y algo más: Es ella quien te mira: 1 Hace mucho tiempo que tiene una historia que deambula por su mente. Según él, da para mucho más que un cuento. Pero siempre que s...

Thursday, May 08, 2014

Poema de Francisco Acuyo, SIGNO Y UMBRAL

POETARIO: Poema de Francisco Acuyo, SIGNO Y UMBRAL: Ancile: SIGNO Y UMBRAL, POEMA DE LA SEMANA : Ofrecemos el poema titulado signo y umbral, del libro Cuadernos del ángelus (1992), en la misma...

Sunday, April 13, 2014

Reflexiones existenciales de José Bullaude, desde Buenos Aires.

José Bullaude
Por este camino ya prefijado hace miles de años, a mis 95, voy en mi sillón de ruedas buscando el final de mi vida y si Dios me ayuda, también el sentido. Me acompañan todos los amigos íntimos, hombres,  mujeres y animales que amé y me amaron. No quiero dejar de incluir a los animales, seres maravillosos, porque son claramente capaces de amar más que nosotros, manifestando una sensibilidad muy superior a la nuestra. Fuimos y somos una gran familia.
Y en este trayecto me acompañan también las palabras de Hubert Reeves, quien dice:
Sea cual fuera la visión, científica o mística que tengamos de nuestros orígenes, sea cual fuera nuestra convicción, ya determinista o escéptica, religiosa o agnóstica, sólo hay una moraleja que vale salvar de esta historia, un sólo dato esencial y es el siguiente: “Somos sólo chispas de poco valor en relación con el universo”.
¿Tendremos la sabiduría de recordarlo?
Estoy persuadido que algún día, por causas que no conocemos, llegaremos a ser lo que no fuimos pero podríamos haber sido. Y que llegará el momento en el cual veremos el presente, como si el pasado y  el futuro al mismo tiempo  se hubieran fusionado. Y todo esto no será más que una vibración ancestral que nos está esperando desde antes que  llegáramos al mundo. Los que nos siguen contemplarán no solamente lo analógico sino lo digital y lo analógico unidos, que por momentos se atraerán y por momentos, se rechazaran.
¿Qué será de esta herencia tan compleja, contradictoria y rica en posibilidades?

Si consultara nuestro Eclesiastés, nos diría:

Excelencia de la sabiduría
11. Porque más vale la sabiduría que las perlas, y todas las joyas no son comparables.
12. Yo, la sabiduría, vivo junto a la prudencia, y el conocimiento de las reflexiones, poseo.

Voy ahora a las vedas hindúes:
Es muy posible que la idea del Orden Universal reflejada  en el Veda fuese de origen indo-europeo, pues una concepción similar se encuentra en el Avesta, en donde aparece el término “Asa” con valores iguales al término “Rita”. Rita se vincula no solo con el término avetico “Asa”, sino también con el hitita arta (cf.Arta-xerxes), con el griego ararisko, cuyo sentido básico es unir (to join)y “ajustar”, “adaptar” (to fit together), y con la palabra latina ritus, “ordenamiento, rito”. Todas estas palabras se relacionan con la raíz indo-europea AR que significa “unir, ordenar, encajar, ensamblar”. (Filosofía de la india, de Fernando Tola y Carmen Dragonetti).

Y por último, no quiero dejar de citar la familiar y maravillosa sabiduría de Don Abel Camilo, viejo domador ya retirado en el ingenio de Los Ralos, quien me animó: “Hijo, busca la oculta voz de Dios que te está esperando. Encuéntrala y verás que todo es una sola cosa; Dios está escondido en ella para que la encuentres.”

Pareciera que en el mundo actual existe la necesidad de que la paz sea lograda cuanto antes. En este momento estamos viviendo la hora del Papa Francisco, humilde sacerdote de una villa argentina quien convocó al mundo a vivir en paz. Esta es la hora de la unión en el amor con el Papa Francisco.  
Cuando Niels Bohr asistió a la explosión de la primera bomba nuclear dijo, citando los UPANISHA:
_ Fue la explosión de mil soles. 
Hoy la humanidad no quiere más explosiones destructivas. Y un Papa de una modesta villa argentina está empeñado y en camino de producir el milagro de la unión universal: La unión de todos los pueblos en una dimensión más alta que los argumentos y las controversias e ideologías. La dimensión del alma de la civilización, cuyo destino es la inmortalidad.

José Bullaude
Escritor
Bs. As. Argentina


Monday, April 07, 2014

POEMA DE PASTOR AGUIAR

POETARIO: POEMA DE PASTOR AGUIAR: Pensaba en la madrugada poner un poema. Son casi las cuatro AM. Pero he preferido teclear de primera mano esto, que no será verso, pero es ...

Saturday, April 05, 2014

Wednesday, March 19, 2014

Friday, March 07, 2014

Comunidad Coya: Gente sencilla y solidaria, por José Bullaude

Serie: Relatos Vivenciales de José Bullaude



18 de Enero de 1965

Se trataba de una comunidad pequeña de gente solidaria. Buscaban  el interés común sin ambiciones personales y vivieron a 4500 metros de altura, en San Antonio  de los Cobres, al noroeste de Argentina en plena Puna, zona montañosa y desértica..
 Leí un interesante manuscrito del antropólogo sueco Erik Boman quien escribió sobre su estadía de dos meses en este ignoto lugar en la cordillera de los Andes. Manuscrito que se encontraba inconcluso. Me dejó la impresión que para Boman  su paso por ese lugar había significado una experiencia mística. Cierto día, cayó en mis manos como por milagro, el texto completo. La lectura de este documento me motivó para viajar a  conocer el pueblo San Antonio de los Cobres.
Ya en la estación de Salta y antes de subir al tren que me llevaría hasta el pueblo emplazado a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, me recibió cordialmente un coya de edad indefinida. No recuerdo su nombre, lo llamé “El coya sabio”. Yo estaba con dos cámaras fotográficas, él tomó una y me dejó la otra. Después me dijo:
Usted estará bajo nuestra protección hasta que se vaya. Nuestra cultura es distinta a la maya.

La locomotora que cruzaba la cordillera era especial, tenía un sistema de cremalleras que permitía trepar en los lugares donde el suelo era tan empinado que el tren no podía subir. Además los vagones eran pequeños. La locomotora estaba preparada para avanzar entre la nieve y a su vez el enganche de los vagones permitía una gran ductilidad en las curvas. Las vías constituían una maravilla de ingeniería ferroviaria, con puentes imposibles de imaginar por cualquier ingeniero de imaginación delirante. Increíblemente los vagones giraban aunque no debían.
En ese momento, el maquinista saludaba a la gente del último vagón, con la alegría de los pasajeros.
 Había túneles donde nadie hubiera pensado perforar la montaña, trayectos difíciles solucionados con imaginación creadora, imaginación que por esta época no se había dado en el campo  de ingeniería de puentes  en ningún lugar del mundo. Debo aclarar que toda esta maravilla permitía viajar entre montañas multicolores y ríos que serían la envidia de la paleta de cualquier pintor célebre.
Debo agregar también, que ese tren fue creado por ingenieros delirantes que lo idearon, por otros ingenieros audaces que lo concretaron y por coyas, que lo implantaron. Todo ese esfuerzo creativo científico y técnico al servicio del transporte de productos, no de pasajeros.
Subí en el único vagón disponible, una hora después.


El viaje

El único vagón de pasajeros estaba repleto, entre pasajeros, colchones, bolsas llenas de comida, alguna gallina, un corderito y una cruz de hierro.
No había lugar, pero hicieron un poco de espacio para mí, como una atención por ser extranjero. Todos eran muy amables conmigo. Comían y me convidaban, pero como yo no había llevado nada para comer, no podía retribuirles  y entonces rechazaba, agradeciendo la oferta. No se ofendían y entendían cuando les mostraba mis manos vacías.
 Un coya joven comenzó a tomar fotos, imitándome. Increíblemente, después descubrí que las fotos que había tomado eran excelentes, muy creativas.
 Estábamos todos encimados pero no nos molestaba. Siempre había la posibilidad de correr una pierna o sacar un brazo para mayor comodidad del vecino. El clima en el vagón era irrespirable por el olor de la comida fuertemente condimentada, con ingredientes desconocidos por mi cuerpo. También, debo decir que el olor de las personas me resultaba distinto. Aunque no desagradable porque era vital. Quiero subrayar la palabra vital, porque toda la gente era de una vitalidad para mi apabullante. Años después, en Jujuy, hablando con un médico Coya me aclaró:
- Nosotros tenemos mal olor para ustedes. Pero debe saber que ustedes para los coyas, tienen olor a cadáver.
A pesar del amontonamiento, pude ver deslizarse  un paisaje encantador a través de las ventanillas del tren que cruzaba raudo la montaña arrancándome grandes exclamaciones de admiración y asombro.
   

La dueña de la Posada

Aproximadamente a las cuatro de la tarde llegamos a San Antonio de los Cobres.
El lugar con poca gente, se veía ya oscuro. Bajé y un camino, casi por inercia, me llevó a la única pensión que había. Una casa de muchas habitaciones, cocina grande con sillas para acoger a la gente.
La dueña, muy amable, sabía de antemano los síntomas que sobrevendrían al caer la noche pero con prudencia me los iba diciendo a medida que aparecían.
A las dos horas  cuando comencé a respirar con dificultad y  me faltaba el aire, ella tenía preparado el té de coca y el “acullico” que era una porción grande de hojas de coca con bicarbonato. Debía mantenerla en la boca hasta formar una bola  para prevenir mi “apunamiento”, es decir, mi falta de oxígeno en la sangre, con a consecuente descompostura del  estómago, los mareos y otros malestares físicos.
_ Si usted quiere cenar no hay problema _dijo_  pero debe comer una comida especial, creo que usted no la conoce. Si quiere mi consejo tome hoy solamente te de coca._
Me invitó  a la cocina donde conocí a un insólito personaje. No recuerdo su nombre, pero era un experto meteorólogo de nivel internacional, que estaba allí para informar a una compañía aérea internacional “Panagra”, datos esenciales para el cruce de los Andes. Me entere que tenía un contrato fabulosamente alto, por tres años y que la suma que él cobraba por su trabajo anual equivalía a muchos años de salarios en este país.
¿Adónde manda usted los datos? y ¿Qué seguridad tiene de que esos telegramas  llegan a Buenos Aires? y él contestó “seguridad total, el telégrafo argentino tiene una línea desde aquí a Buenos Aires y su funcionamiento está asegurado por personal especializado muy bien pagado, distribuido a lo largo de la línea. La argentina es miembro de la “Unión Telegráfica Internacional”, a la que pocos países tienen el privilegio de pertenecer.

Llegó la hora de dormir;  sentía frío y me alcanzaron varias frazadas. No se podía encender ninguna llama para calentar la pieza porque consumiría más oxígeno. A pesar de que casi no podía moverme por el peso de las colchas, estaba aterido por el frío. A las dos de la mañana me ahogaba. La dueña de la pensión, que parecía saberlo todo, me estaba esperando en la cocina.
_Señor, _me dijo_ es mejor que esta noche no duerma, a todos les pasa lo mismo. Tómelo con calma porque mañana se va a sentir mejor_

El Cine y la Escuela

Al día siguiente salí a caminar con pasos muy lentos. Lo único que podía hacer, porque apurar el paso, jamás. Caminé por la única cuadra donde estaban los lugares más importantes: el almacén, el correo, la oficina de ferrocarril y el cine.
Su propietario, un coya de edad indefinida,  a quien voy a llamar el coya que volvió del tiempo. Escribía poemas exquisitos. Sus conocimientos abarcaban todo lo imaginado. Fue el hombre más fascinante que conocí en mi vida,  miembro de la Sociedad Internacional Rosacruz, con sede en California, y con la cual mantenía contacto.
Yo esperaba que el cine tuviera un nombre indígena pero para mi sorpresa era… ¡New Broadway!


Había una escuela pequeña. El Ministerio Nacional de Educación les enviaba todos los años un texto para cada alumno … El programa de estudios era igual al de Buenos Aires, les proveían de  guardapolvos blancos, ropa y zapatos que a ellos no les servían.
Me resulto conmovedor comprobar que hasta allí había llegado la obsesión alfabetizadora y el fervor misionero de las maestras en su afán de enseñar a leer, escribir y ver que los niños no aceptaban solamente las cuatro operaciones matemáticas básicas sino que ¡Pedían álgebra!
En San Antonio de los Cobres encontré a las cuatro maestras, enseñando en un galpón cedido por el ferrocarril. En cuatro hileras de bancos, una estufa en el centro. Niños de ambos sexos.
Cada hilera era un grado. Funcionaba con niños que asistían solamente en verano por la nieve de los inviernos.  Llegaban a pie, en mula, como pudieran. Los que vivían muy lejos eran alojados en las casas de las maestras.
Una sola vez, en la historia de estas educadoras, había venido un inspector  docente  quien  sufrió tanto el efecto  de la altura que se marchó rápidamente y nunca más enviaron a otro.

Ese día no pude hacer otra cosa. Según me informó el meteorólogo estábamos a cinco mil metros de altura, y las condiciones de supervivencia eran demasiado exigentes.


Coyitas, genios matemáticos

Hablando con las maestras, me dijeron que a los alumnos les era fácil de todo lo que fuera trabajar con números. Les gustaba y eran una luz para el pensamiento racional. En nuestras escuelas comunes cuesta mucho lograr que los alumnos desarrollen el pensamiento abstracto y recién en los últimos grados de la primaria lo tienen desarrollado. Aquí lo sorprendente era que estos alumnos coyas cuando se trataba de operar con números, resolver problemas aritméticos, abstractos o manejar hipótesis sumamente complicadas, se entusiasmaban.
Las maestras además de estar fascinadas por esta capacidad de abstracción de los niños, sospechaban que algo había, quizá de carácter genético, o por la educación de la casa, que permitía esta maravilla. Para los chicos la clase de matemática, al revés de lo que ocurría en otros lados, era  fascinante.


Una comunidad inspiradora

En cuanto a las cuatro maestras, era interesante saber que eran docentes por vocación y elegían este lugar sabiendo del sacrificio que les esperaba. Una de ellas era de Santiago del Estero. Otra de Salta, la tercera de Tucumán y la cuarta de Jujuy. Todas nietas de docentes. Con los padres de los alumnos se establecía una relación de ayuda mutua. Así por ejemplo: un chico que no podía venir a la escuela por la distancia, era alojado en la casa de una maestra durante el periodo escolar. Luego, los padres venían unas semanas antes para llevar al niño y el padre del alumno se ocupaba de hacer en la casa todo lo que fuera necesario: desde construir una nueva habitación hasta inventar un horno con latas viejas de kerosén. Y cualquier otra necesidad, era  resuelta con creatividad y con lo que había a mano. Un trueque de servicios donde todos eran beneficiados.
Además, traían regalos para las maestras que les venían bien para la época de invierno: ropa, comida especial que daba calorías y también las hojas de coca para combatir el apunamiento.  Vi allí una auténtica comunidad educativa, muy inspiradora.



Vigilaban sin ser vistos

Cuando ya me adapté a la altura comencé a recorrer la zona; fui al cementerio, sólo cruces, todas con apellidos” Mamani”. Apellido muy común, era como para nosotros “González”.
Me quedé siete días, llegué a conocer bastante. La gente vivía dispersa entre las rocas, en la montaña. Las agrupaciones eran por viviendas familiares. Vigilaban sin ser vistos. A veces, yo me preparaba a descansar en una roca y en la distancia, como surgido de la montaña, aparecía la figura de un Coya que me había estado siguiendo y me saludaba moviendo la mano. Eran de un  silencio profundo. Los varones y mujeres de cuerpos tan sólidos, parecían piedras que caminaban. Sin embargo, sus músculos eran elásticos.


Erik Boman lo sabía

Erik Boman fue un antropólogo sueco que dedicó toda su vida a investigar en Argentina. Su familia siempre quiso que fuera con ellos a Berlín o Londres, donde su palabra valdría oro y no aquí, donde nadie valoraría su obra. Su área de trabajo fue esta zona. Como reconocimiento a su dedicación y entrega al país, su tumba esta en el  Pucarará de Tilcara, junto a los grandes antropólogos de la Argentina.
Boman, en sus escritos, narra una costumbre de los habitantes de esta zona: cuando él se instalaba en un caserío, este estaba despoblado. Los habitantes esperaban un tiempo, para verlo actuar y luego iban regresando lentamente. Boman estaba admirado de su capacidad de mimetismo con las piedras.

“Estaba esperando su pregunta. Usted no podría entender”

Lo curioso fue el cine New Broadway. Una noche fui a una función. La sala tenia asientos de madera apoyados sobre ladrillos. Y estaba llena.
El proyector era de dieciséis milímetros y la sorpresa de las sorpresas fue que la película que vi esa noche era la historia de un libro del Medioevo hasta la actualidad. El documental provino de un servicio que tenía la embajada de Francia  por el cual suministraba películas educativas. Duraba treinta minutos.
Cuando terminó la función el público aplaudió. Estaban muy contentos. Hablé con el dueño del cine y con todo respeto le pregunte si él me podía explicar por qué pasaba el mismo documental siempre. A lo que me respondió:
“Estaba esperando su pregunta. Como es lógico, usted no puede entender…Pero fíjese, es lo único que yo consigo que me manden a este lugar fuera del mundo, y eso porque tengo amigos en la embajada de Francia que son muy buenos y me cumplen. Además, la gente de acá viene a la sala a ver cine y me subrayó la palabra cine, no importa el argumento”.
“Es la fascinación de la imagen en movimiento y sus colores. Pueden ver diez veces la misma película  y siempre se maravillarán”. El Coya me dijo, poniendo una mano cordial en mi hombro:
Yo estoy usando el cine en su forma más pura. Es la esencia del cine, el hecho de la fascinación de la imagen que surge en la oscuridad, como un milagro”.
Le pregunté: ¿No se aburren, no protestan? Le causó gracia.
A lo que me contestó:
El aburrimiento es un invento occidental, es la necesidad de un argumento que se desarrolla en el tiempo con un pasado y un futuro. Ustedes no pueden prescindir del argumento, ni del tiempo. El coya, en cambio, ve  el color y la forma en un presente eterno.
“Cuando Picasso descubrió esto revolucionó la pintura occidental”. Yo estoy proyectando la esencia del puro cine.
 

La lección de sabiduría

Y dijo, como quien enseña a un analfabeto la lección de la sabiduría: el aburrimiento, la protesta, es para la gente de las grandes ciudades que ha perdido su capacidad de vivir en permanente asombro. Supe después, que no cobraba entrada.
Este señor era, además, un poeta que escribía poemas exquisitos, de una gran sensibilidad. Además, sabía de cine mucho más que yo.
Algunos días después, él y las maestras vinieron a despedirme. Pronto vendría el tren. Quien iba a imaginar que medio siglo después construirían la gigantesca infraestructura por donde circula el célebre Tren de las Nubes y que paradógicamente seguiría siendo una fiesta tomar el tren para ir o volver de San Antonio de los Cobres. Miles de turistas de todo el mundo pasan actualmente por el lugar. Alguno podrá ver lo que yo vi? Alguno habrá leído en la mirada de los coyas ese aire milenario de cultura inextinguible, esa sabiduría de "piedra que camina"?
Dejaba una comunidad dueña de una mística religiosa que el hombre de la ciudad había perdido. Ellos sabían cuál es el lenguaje que a Dios le agrada. Sabían cómo hablar con Él, literalmente en las alturas.





Últimas palabras sobre un extraño suceso

Boman  descubrió y documentó un suceso místico en la cordillera argentina. En el pasaje de Jama,  el punto más alto de los Andes, donde existe un pasadizo que cruza las dos montañas y el hielo refleja el piso y las paredes, Boman vio esqueletos encorvados de Coyas muertos, que eran transportados  directamente por ese espejo, llevados de un cementerio  a otro.  Los Coyas estaban trasladando sus muertos  quien sabe por qué razón, de un lugar a otro. Esto fue observado también por quienes cruzaban  a lomo de mula para Sendero de Jama y por  los muleros que iban y venían de Chile. Sobre las paredes de hielo, como espejos mostrando una realidad misteriosa, se podía observar el tránsito de los indios llevando los cadáveres encogidos de sus muertos. Piedras vivas cargando piedras muertas en una escena que según las palabras del antropólogo sueco,  marcó su vida para siempre.

José Bullaúde
Escritor tucumano que reside en Buenos Aires. Actualmente a sus 95 años continua deleitándonos con su narrativa y sus numerosas historias de vida protagonizadas en sus viajes dentro y fuera del país.



Wednesday, February 12, 2014

Relato vivencial A BASTONAZOS SE SALVÓ UNA OBRA, de JOSÉ BULLAUDE




  Con sus amigos llegan, con sus amigos se van

A las ocho de la mañana, a fines de diciembre, la secretaria de la Escuela Normal del Aire, me llamó por teléfono diciendo:
_Aquí está un inspector, que se ha instalado en su oficina y dice que él es el nuevo Director, que usted ya no es más el director de la escuela._
_Está bien, Carmen, en seguida estoy allá._
¿Qué había pasado? El día anterior había renunciado el Ministro de Educación de la Provincia. Los cargos directivos, los ocupaban amigos del ministro, muchas veces sin conocimientos específicos del sector que dirigían. El nuevo ministro traía su gente. El título habilitante era la amistad. De manera que al renunciar el ministro, se iban todos los amigos nombrados por él. No era mi caso.
   
Terminar un proyecto es un triunfo. ¿Continuarlo?... ¡No sea ingenuo!

Elegí, en la colección de bastones, el más grueso. Lo había comprado en Hawai y lo usaban los brujos para correr los malos espíritus. En el camino fui recordando: yo había presentado un proyecto al Ministerio para la creación de una “Escuela Normal del Aire”. El problema básico era que habían proliferado las estaciones de televisión pequeñas. Éstas querían que el Ministerio les mandara personas para que divulgaran la cultura y la educación. Pero el Ministerio mandaba maestros, que no sabían nada de televisión y resultaba un fiasco. Por ese motivo, pensé que se podría crear una Escuela Normal del Aire, donde los maestros aprendieran televisión y pudieran actuar eficazmente, llevando al aire programas de educación formal, informal y cultural.
El proyecto fue aceptado. Hacía dos años, el ministro me había contratado la creación de la Escuela. En una semana más, la Escuela iba a terminar la formación de quince maestros capacitados para televisión. Mi intención había sido acompañar durante los dos años a los alumnos en su aprendizaje y despedirme de ellos, entregándoles sus diplomas, como egresados. Mi esperanza ahora era que me dejaran hasta terminar el curso y aceptaran después, mi renuncia. El hecho de concluir un proyecto era un triunfo. La continuidad era sueño de un lírico. Para ingenuos, no para mí.

 No me interesan sus razones

Al llegar a la escuela y entrar a mi despacho, como yo ya sabía, me encontré con un señor en mi escritorio, escribiendo.
_Buenos días señor…
No me contesta, ni me mira. Repito:
_Buenos días señor… quiero que sepa que dentro de una semana yo voy a renunciar. Quiero solamente acompañar a mis alumnos hasta el momento final en que reciben sus diplomas. Luego llamaré a un escribano público, entregaré, con inventario, todo lo que el Estado me dio en custodia._
El señor sigue escribiendo. No me mira, no me contesta y le digo:
_Yo soy el director, no he renunciado, no me han dejado cesante y por consiguiente usted está ocupando un lugar que no le corresponde, disculpe mi franqueza._
El señor levanta la cabeza, me mira y me dice:
_Usted ya no es nada. El director soy yo_.
Y siguió escribiendo.
La actitud del inspector, que sabía que yo no era director por amigo del ministro, me decía: “no moleste”. Me sentí como miles de argentinos se sienten todos los días, al ser atropellados en sus derechos. Y se resignan, pero en esa escuela yo había puesto parte de mi vida. No cabía la resignación.


Si no quiere escuchar

A esta piedra con saco y corbata, yo le había dado mis razones legales y profesionales. Yo seguía siendo el director, pero él no escuchaba mis razones “yo era nada”. Este inspector era prepotente, de mentalidad dictatorial, acostumbrado a tratar con gente sumisa. Mi conducta durante toda la vida fue respetar a los demás pero exigir que se me respete. Las vías normales estaban agotadas. Para ser respetado había otras vías, que yo conocía. Y ahora sí, debo confesar, que mi indignación, propia del que sufre injustamente una afrenta, me invadió entero. Vi allí a ese pobre burócrata, detestable. Experto en eludir el trabajo, anestesiado de expedientes. Chupamedia del que estuvo y del que sigue y preparando sus rodillas para hacer genuflexiones al que viene. Que sólo obedece y da órdenes.
Con toda la indignación de que soy capaz, pero totalmente frío por dentro, tomé el bastón y lo lancé sobre el escritorio. Cayó sobre el cristal grueso, que se partió por la mitad. Dando fuerza a mi brazo estaban los millones de argentinos que soportan atropellos peores que éste y no pueden hacer nada.
Y muchos otros atropellados sin tener quien los defienda.

Debo aclarar que esta no era la primera vez en mi vida que yo necesitaba apelar a la violencia para afirmar un derecho y exigir un poco de justicia y de respeto. Por eso estaba muy entrenado en actuar, una violencia externa, con absoluta convicción, pero manteniendo una frialdad absoluta en mis emociones. Con el vidrio roto, miré fijamente a ese montón de desperdicio humano y le dije mientras a él le saltaban los ojos de pánico:
_ Pedazo de imbécil, no sos sordo, no sos infradotado, ¿Por qué no me contestas a mis argumentos? ¿Sabés por qué no contestás? Porque sos una piedra, con el perdón de la piedra, que no sabe pensar_
 El inspector, muerto de miedo, temblaba y ahí le grité, con el bastón en alto.
_¡Esa es la puerta! Si no corres te rompo la cabeza_
 Y efectivamente salió corriendo. Cuando estaba en el pasillo, le grité:
_La secretaria te va a llevar tu portafolio. Si te ensuciaste los pantalones, a la izquierda hay un baño._
No vino nadie más. Nadie habló desde el Ministerio. Yo entregué los diplomas cuando correspondía. La noche de la entrega, cenamos todos juntos. En la  despedida surgió: “Pepe, fuiste un padre para nosotros” una vez más en mi vida, fui padre sin ningún hijo biológico.
Como correspondía, con un escribano público, entregué al Ministerio todos los bienes de la escuela. Desgraciadamente el método no convencional, dio resultado.  


Respetar y ser respetado

Un periodista, buscador de escándalos, vino a verme y le dije:
_Acá no hay nada grave. El problema es que respeto y exijo respeto. Lo cual no es usual
Mi insistencia en asistir a la entrega de diplomas, tenía un profundo significado:
Si me iba antes podía ocurrir que por cualquier razón arbitraria, decidieran no darles los diplomas, en cuyo caso, los dos años de sacrificio de los alumnos se perderían.
También podía ocurrir que al no estar yo, no se hiciera la entrega de diplomas prevista y que quedara supeditada a la decisión del próximo director. También esto era negativo para los alumnos.
Con mi actitud poco ortodoxa estaba asegurando la obra docente, a fin de que no se perdiera por un capricho absurdo de la burocracia.


El método

Ésta no fue la única vez en la que apliqué el método al que llamé “uso de la violencia psicológica no física ni armada para detener una conducta destructiva.”
En este caso, teniendo en cuenta que la vía racional no daba resultado y la arbitrariedad perjudicaría a los estudiantes y solamente cuando estaba seguro que no había otro remedio, usé la violencia controlada (el bastón sobre el vidrio, no sobre la persona). Los lenguajes, verbal y no verbal contundentes  pero también controlados, en función de  las reacciones que iba observando en el agresor. En este caso, fueron hechos elevados de tono con el fin de disuadir, no de causar daño.
El método es más complejo y exige dos capacidades básicas:
Primero, absoluto control emocional por parte de quien lo aplica, con el objeto de dirigir la situación sin caer en la violencia generalizada.
Segundo, aplicar la agresión solamente hasta el punto en que se ve que da el resultado esperado. No más. Esto es posible estando en control de sí mismo y no bajo los efectos de la ira, sino más bien, siendo completamente racional frente al conflicto. Es una estrategia que exige cierta cuota de teatralización con el propósito de dar un mensaje lo suficientemente firme y certero que persuada al oponente.

Jose Bullaude
Escritor argentino.
Email de contacto: josebullaude@gmail.com

Saturday, January 18, 2014

Reflexiones de José Bullaude sobre su 95 aniversario de nacimiento


Poetry and Painting, blog de arte, tiene el agrado de traerles en esta oportunidad, dos textos escritos por nuestro querido escritor tucumano residente en Buenos Aires, Argentina, JOSE BULLAUDE,  quien ha cumplido 95 años de edad y desea celebrarlos con estas significativas reflexiones de su pluma,


15 de Enero, a las 10 de la noche. Hubert Reeves y la música.

Ya estoy en los 95 años. Para algunos son muchos años, para otros pocos. Para mí no tiene tanta importancia discutir la cantidad de tiempo: Llegué. Y me pongo a pensar que pasaron tantas cosas en el mundo. Llegué a los 95 años. ¿Qué más?  Lo demás son palabras o sabio silencio.
Leo a Hubert Reeves; hay pensamientos que me nutren y usurpan el lugar del sabio silencio.
“La música nos da acceso al corazón del mundo. Siento gratitud por el universo que ha engendrado la vida y la música.”  Me gusta la expresión “pensamiento mínimo”." Permanecer lo más cerca que se pueda de las observaciones para evitar que la interpretación cree por si misma sus propias complicaciones.”

Pienso yo, un cuerpo tan grande y un corazón tan pequeño, los latidos de este pequeño corazón permitieron a este cuerpo grande vivir 95 años. Qué maravilla. Puedo oír el canto de los pájaros, ver flores diferentes y hermosas, compartir la vida con amigos de largos años. Pero un día me iré. Los pájaros  seguirán cantando, las flores naciendo, los amigos compartiendo la amistad. Yo no estaré, pero  todo seguirá sin mí. Qué bello fue vivir.


Vivió  mi cuerpo y mi alma larguísimos 95 años

  En ese larguísimo periodo de mi vida, vi transcurrir futuros, presentes y pasados como si hubiera estado a la orilla del río y pasara un barco. Gente que se divierte, un momento de sus vidas, un instante en la historia del mundo.
 Capturé instantes armoniosos inmerso en la corriente del tiempo, percibí el pulso de la existencia que sucede, supe del retorno de las estaciones con sus alegrías y sus dolores.           Escuché, sin palabras y sin prisa a la naturaleza, en eterno retorno de sus ciclos, recuperar  las raíces y anclar en una realidad permanente y también sentí entrar el aire por mis narices para llenar de vida a mis pulmones.
Viví el ligero aroma que perfuma el mundo, acompañándome como un caminante solitario, también vi las puestas de sol sobre el paisaje que vivía y respiré los densos perfumes de flores y plantas. Escuchando en un canto siempre vitalizador, los pájaros y la música, surgieron desde mi memoria imágenes de lo que amo y de lo contrario, en este basto tiempo al que llamé mi vida acompañando estos  espectáculos maravillosos de la naturaleza. También irrumpieron guerras y catástrofes. Esos momentos negativos  también embellecieron más mi vida.
Con un dedo en la muñeca del otro brazo, viví largos instantes escuchando ese ritmo fiel que me acompaño toda mi vida y construyó el tejido de mi existencia.
 La sucesión de padres, abuelos, vivos y muertos termino convenciéndome que mi lejano pasado de vida terrestre se inserta en un tiempo de millones de años.
Estoy participando en un momento precioso de la historia del mundo. Durante algunos instantes, sostengo la antorcha de la conciencia, que el latido de mi corazón me garantiza.
Pero mi vida como todo lo que vive, un día se extinguirá. No seguiré viviendo la ventura de la vida sobre la tierra porque ya la habré abandonado. No  me es posible ni siquiera imaginar que los pájaros siguieran cantando cuando yo me haya ido. La muerte también, de amigos, queridos, me recordó la fragilidad de mi vida y me convenció que ella seguirá fluyendo cuando yo no esté. Y no me resulta doloroso.
Algunos piensan que la realidad es coherente y buscan pruebas de esa coherencia; la atestigua los éxitos de la ciencia, hasta cierto punto. Nada nos demuestra que la realidad sea definitivamente coherente. “el oficio de la coherencia. Y creer que se lo puede vivir indefinidamente. Sin perder de vista que se trata de un acto de fe” según dice Hubert Reeves. La vida es una Epifanía. La analogía, por supuesto, es la de nuestra existencia.
En primer lugar es preciso reconocer que hay que extender la hipótesis, a fin de cuentas, podría ser que la realidad tuviera un sentido, que nosotros desconocemos, la vida tiene una llama secreta,  probablemente también un antes y un después, que nunca llegaremos a conocer, aunque nos duela.
Con la ciencia tenemos más respuestas seguras que las que se obtienen de otra manera. A las preguntas fundamentales la ciencia agrega a la respuesta común que es, un placebo, otra respuesta más coherente y racional. La ciencia obtiene respuestas objetivas más confiables que las subjetivas de la sabiduría común, pero, pierde la belleza. Esas maravillas que no tienen las respuestas científicas. Porque la objetividad que logra la ciencia, destruye la riqueza y belleza que las otras respuestas poseen.
95 años entregados en las manos de la vida, aceptando su propia manera de darme las respuestas y también de no darme todo lo que el insaciable corazón del hombre siempre desea.




José Bullaude
Buenos Aires, 15 de Enero de 2014. 10 PM


Thursday, January 09, 2014

LA POESÍA DE NIEVES CHILLÓN EN LA NOCHE EN BLANCO ...

La noche en blanco de Granada: LA POESÍA DE NIEVES CHILLÓN EN LA NOCHE EN BLANCO ...: Los versos de la poeta Nieves Chillón ocupan hoy el espacio de poesía del blog de La noche en blanco de Granada acompañados de una breve b...

Relatos vivenciales del escritor argentino JOSE BULLAUDE:


SERGIO LO SABÍA.
NO DIJO UNA PALABRA

 No cabían dudas. Estaba en mi habitación. Ocurrió en un mes de Julio del invierno más frío que hayan vivido los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Así consta en los archivos del Observatorio Meteorológico Nacional.
Me desperté en mi dormitorio, inquieto. En la oscuridad los números fluorescentes del reloj marcaban cinco y diez de la mañana. En la otra habitación dormía un amigo tucumano que estaba de paso y era de poderoso roncar. Yo oía, nítidamente, las variaciones de sus ronquidos. Pero me perturbaba otra cosa, algo que no podía percibir, aunque seguramente estaba aquí. No sabía qué era. No producía ruidos.
Afuera, de vez en cuando, la sirena de una ambulancia entraba en  la guardia del Hospital Rivadavia. Pero eso era afuera. Aquí adentro había algo, yo lo estaba sintiendo. Pudo ser algo como una persona.
Me quede quieto. Si de verdad había alguien era mejor que no me moviese, así él pensaría que estaba dormido y el peligro seria menor.
Ahora sí, ya lo sabía, lo que estaba percibiendo nítidamente era la respiración de un ser humano… ¡Y en mi habitación! No había dudas. Era la respiración de un ser humano en mi dormitorio… alguien que apenas respiraba. Inspiraba lentamente y espiraba largo. Traté de no moverme, de no respirar. No lo veía, no sabía dónde estaba, pero estaba aquí.
 Los ronquidos de mi amigo me distraían, no podía agudizar mi oído para saber dónde estaba el que respiraba.
  De repente, sin quererlo, moví el brazo y choqué con algo duro en  mi cama, estaba a mi costado… traté de mantener la calma, pero el  miedo era muy grande. Empezaron mis temblores en la pierna y el brazo derechos. Eran los temblores producidos por mi Párkinson que se manifestaba cuando tenía miedo. Yo estaba en  la cama, indefenso ante cualquiera que viniera a atacarme. Estaba inmóvil, pensé. Debía salir de la duda ¿Qué es esto que estaba a mi acostado? Me atreví, estiré la mano… era la pierna de alguien. Parecía un pantalón, se cortó su respiración. Me alteré. Alguien estaba acostado en mi cama… ¡y yo no lo sabía! Me pregunté ¿Cómo entró? ¿Desde cuándo está acostado aquí? ¿Quién es él? Su respiración, ahora era clara. Yo lo oí a él. Era un ser humano. No sabía quién. Le tomé la pierna con fuerza y la sacudí, su respiración se detuvo de nuevo. Alguien, desde el otro extremo, dijo:
No me moleste, duerma tranquilo y por piedad, déjeme dormir.
Me quedé frío ¿Quién era? ¿Cómo llegó aquí? Levanté suavemente la cabeza en la oscuridad, percibí a alguien largo y delgado. Él roncaba, le sacudí la pierna de nuevo.
- Usted no puede estar aquí, tiene que irse…
- Déjeme tranquilo y déjeme dormir, por favor, dijo la voz.
- No puede estar aquí, tiene que irse.
- ¿Usted sabe el frío que hace en la calle? en la vereda está nevando y… ¿Usted quiere que vaya allá?  Tiene una cama enorme para dos personas. Duerme usted solo. No sea egoísta. Déjeme dormir.
- No puede estar aquí, tiene que irse.
- ¿Usted es cristiano?
- Sí, soy cristiano.
- ¿Qué clase de cristiano es usted? ¿No le da vergüenza?
- Yo no quiero discutir con usted. Tiene que irse.
La piedad que sentía por su sufrimiento, era grande. Pero el miedo, era mayor. Día a día aumentaban los asaltos a viejos que vivían solos en departamentos de esta zona. Primero los mataban. Después les robaban.
  Me impacienté. Aumentaban los temblores del párkinson.
El mundo está lleno de cristianos como usted, dijo el anciano. Están por todos lados. Conquistaron el mundo y vea los desastres que hicieron. ¿Cristo donde está?
   Entre la culpa y el miedo, ganó el miedo. No pude evitarlo. Por eso, sacudí con violencia la pierna que tenía sujetada en mi mano. Ella desapareció. Quedé en mi cama sentado, asustado. Mi brazo quedó temblando en alto, sin la pierna.
  Encendí la luz, llamé a mi amigo el roncador, no me escuchó. Me levanté. Esa noche, no pude dormir ni volver a mi cama. Pensé: esto no sé bien qué es. Pero puede ser peligroso. Puede repetirse. Nunca se sabe cómo seguirá. Era todo tan raro. Y para mi tranquilidad, yo debo tener a alguien que sepa lo que pasó. A quien pudiera recurrir en caso necesario. Pero no puede ser cualquier persona que me amargaría la vida y me la complicaría.  Tiene que ser alguien de mentalidad serena y fuerte. Alguien que comprenda lo que me pasó, que esté conmigo en mi preocupación y no la alimente. En una palabra, un “aquí estoy cuando hace falta y no estoy cuando no lo necesito”. 
  No encontraba la persona que yo necesitaba, no era fácil. Dejé pasar la mañana sin prisa y súbitamente la encontré. 
   Era Sergio. ¿Quién era Sergio? Sergio Oscar Pintos nacido y criado en la provincia de Corrientes. Era un hombre sencillo de provincia y de familia con la sabiduría antigua que aprendió en el campo, en su infancia y juventud. Sergio fue un hombre sabio, pero simple. No era psicólogo, ni filosofo, ni literato. Era todo eso a la vez, pero mucho más. Era la sabiduría en estado puro. La que conocieron algunos campesinos en la época en que el agricultor, dialogando con la tierra, descubría las verdades primordiales que la naturaleza esconde. Un ser humano de fuerte contextura física que imponía respeto con su sola presencia. Pero su manera de ser cambiaba el miedo por tranquilidad. Hombre pacifista, negociador, de una inteligencia natural, múltiple y además, creativa. Transmitía tranquilidad en los momentos difíciles. Es el conserje del edificio en el que vivo. Esa es la persona que yo necesitaba. Esperé sumamente perturbado y asustado hasta las nueve de la mañana y lo llamé.
Sergio… le conté lo sucedido. Él me escucho con atención y serenidad.
Por un momento, me pareció que quería contarme algo. Pero no lo hizo. Luego, tranquilo, trató de serenarme. Me dijo, como el más experto de los psicólogos:
Don Pepe. Usted está muy nervioso. Tiene que tranquilizarse. Ya sabe. Cualquier cosa que pase, cuente inmediatamente conmigo.
Sentí una gran paz.
Con Sergio, hacía cinco años que nos conocíamos. En ese tiempo, nació una profunda y sincera amistad entre nosotros.
Un día, Sergio me dijo:
_¿Se acuerda de aquella mañana del anciano en su cama?_
_ ¡Sí! ¡cómo no me voy a acordar!_
_¿Sabe que pasaron ya siete meses?_
_¡Qué rápido pasa el tiempo!_
_Bueno, usted cuando me lo contó, estaba muy perturbado. No estaba en condiciones de saber lo que le voy a contar. Ahora ya está bien. Esta fuerte.
Usted me llamó a las nueve de la mañana. Ese día, Don Pepe, a las seis de la mañana yo abrí la puerta de entrada al edificio. Encontré el cadáver de un hombre muerto por congelación, tirado en el tercer escalón de entrada, como si hubiera querido subir las escaleras para entrar al edificio. Era un anciano delgado y alto._


JOSÉ BULLAUDE
Buenos Aires. Enero 8, 2014.