Monday, September 30, 2013
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Saturday, September 28, 2013
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Friday, September 27, 2013
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Saturday, September 21, 2013
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Thursday, September 19, 2013
José Bullaúde y sus relatos vivenciales
Nuevamente traemos un relato del escritor argentino José Bullaude, quien a sus 94 años aún continúa escribiendo activamente y deleitándonos con su narrativa singular e interesante a través de la cual comunica a sus numerosos lectores vivencias experimentadas a lo largo de su fructífera historia de vida. Poetry and Painting blog, tiene el honor de presentarles hoy:
Breves palabras del Autor:
Lector amigo:
En mi juventud participé en el “romanticismo literario” y también viví intensamente el “romanticismo existencial”. A los 95 años, para despedirme de ambos, escribí este cuento que te traigo. Si querés decirme algo, me gustaría y te lo agradeceré.
Un abrazo,
Pepe
UN AMOR
ETERNO, IMPOSIBLE
JOSÉ BULLAUDE
Enamorado del amor
Se sentía acosado
por cambios emocionales y vitales. Era un puñado explosivo de emociones
románticas. La selva tucumana le permitía vivir experiencias panteístas, de fuerte
unión mística con la naturaleza. Adicto a la lectura. Temible polemista, porque
su padre desde pequeño lo obligó a fundamentar sus opiniones. Se llamaba Pedro
Albarracín Frías. Tenía 18 años, nada más y nada menos.
Llegó la amada ideal
Ella era profesora en
un colegio secundario, en el cual causaba admiración, como en todos lados, la
belleza italiana de su rostro que evocaba a las mujeres pintadas por el
Renacimiento. Además en el mismo colegio, paseaba su cuerpo escultural por los
pasillos, con movimientos de bailarina moderna. Siempre lejana, codiciada por
los varones, envidiada y odiada por las mujeres pero adorada por los alumnos. Se
llamaba Alicia Fidani y tenía 24 años.
“La literatura, decía
debe ser incorporada a la vida”. Por eso en sus clases los alumnos discutían
entre ellos y con ella también. Su materia era Literatura Iberoamericana.
Pedro fue su alumno
en el último año, quinto. Se enamoró locamente de ella.
Aprovechó la
posibilidad de discusión con la profesora para declararle, mientras discutían,
su profundo amor. Para ello tuvo que descuidar las otras materias, las descuidó.
Estudiar literatura en textos universitarios, estudió. Y dormir solamente dos
horas diarias, lo hizo. Y hasta pasó noches sin dormir.
Él, discutiendo con
la profesora, fantaseaba que sus ingeniosas conclusiones, sutiles y amorosas,
eran un progresivo camino hacia la conquista de su amada. Su fantasía
adolescente, no tenia limites. Él sospechaba, por ciertas actitudes, que ella le correspondía.
Cuatro días antes
de terminar las clases y para que la profesora no se fuera sin saber lo
profundo de su amor, escribió una carta “a la amada ideal”, declarando
directamente y con todas las letras, su amor sagrado.
Súbitamente todo
terminó. Al día siguiente, no más discusión. El trato lejano con él y todos los
demás, se impuso. Así concluyó el ciclo anual. Terminaron las clases y Pedro nunca
más volvió a ver a Alicia, el gran amor de su vida.
Ella, quedó siendo una
herida profunda en su corazón. Él recurrió
a la energía de la selva tucumana, buscando alivio para su dolor. La selva
enjugó sus lágrimas y reparó, en parte, sus heridas. Para Pedro, Alicia había
sido la amada ideal que el destino había puesto en su vida.
Llevando a Alicia
en lo más hondo de su corazón, Pedro tuvo que ir a Córdoba a trabajar en la prospera empresa de su abuelo “Editorial
Mediterránea”, emporio editor de libros y revistas para Argentina y América
Latina de fuerte peso económico en el mercado.
“Debía conocer su funcionamiento
y conducción. La intensión del abuelo era dejarlo a cargo de la empresa. Él
rápidamente se ubicó en la situación y al cabo de diez años, ya su abuelo venia
de visita.
Diez años después
En el clausurado coche
comedor del tren El Serrano (Córdoba-Buenos) había solamente una mujer que leía
“El extranjero” de Albert Camus. Aparentaba menos de cuarenta años, aspecto
distinguido, ojos verdes y larga cabellera rubia.
En el otro extremo
del largo comedor abrió la puerta, decidido,
Pedro Albarracín Frías. Vestía con pulcritud, aparentaba treinta años.
Avanzó intrigado
hacia la mujer que leía. Le pareció conocerla, pero no, no podía ser, seria
demasiada coincidencia. Le recordó a su profesora de la secundaria. Aceleró el
paso y se aceleró el ritmo de su corazón.
Levantó la vista
del libro y lo vio venir. Era él, ya hombre. Pero conservaba sus encantos de
adolescente. Recordó sus inteligentes aportes literarios, su habilidad para
discutir y sobre todo su capacidad de manejar las palabras, de tal manera, que
hablando de un escritor le dijera que la amaba. Todavía recordaba su
inteligencia, su creatividad y su apasionado amor por ella.
Pedro la vio muy
parecida. Podría ser ella.
Disculpe, ¿usted es
la profesora Alicia Fidani?
¿Usted es Pedro Albarracín
Frías?
La casualidad los
reunió, la sorpresa los retornó diez años atrás, a un tiempo, para ellos
detenido, que ahora volvía cuajado de recuerdos.
¿Se acuerda de mí
entre los cientos de alumnos que pasaron?
Pedro, un alumno
como usted no se olvida jamás. Lo dijo con convicción y cierta nostalgia de
algo lejano que debería volver.
Emergió un silencio
denso, antiguo y profundo. Vibró entre ellos el fulgor de hechos compartidos,
raíces profundas los nutrían.
Dirigiéndose a
Alicia con gestos, porque le costaba hablar, preguntó si podía sentarse en su
mesa. Ella, contestó que sí.
Profesora, yo hoy
creo en los milagros. Esto es un milagro.
Ella lo miró lenta,
pausadamente. Luego con voz segura le dijo:
Pedro, usted como
alumno fue un milagro. Y se quedó mirándolo en silencio.
Un silencio que
hablaba de muchas cosas vividas. Ese silencio resucitó en él gran parte de lo
que habían vivido juntos.
El Pedro de los 18
años necesitaba y pedía protección. El Pedro de ahora era un completo protector.
Constató ella, feliz.
Él no podía, regresando al pasado, asimilar
tantas emociones. Un pasado donde Alicia y él, habían vivido. El amor, la duda
y el deseo juntos. Pero ahora todo se volvía hermoso, radiante y jubiloso.
¡Perdón profesora!
Ella lo interrumpió:
Profesora no,
Alicia.
Alicia, ¿podemos
tutearnos?
Él quería tutearla, pero no se animaba, no
podía dejar de ser el alumno. Tuvo que decirlo impulsivamente. Después que lo
dijo, se quitó un gran peso de encima. Ella contestó con entusiasmo:
Sí.
Perdóneme, dijo él.
Perdoname, corrigió
ella.
Por fin, en ese
momento los recuerdos y las vivencias, volvieron en tiempo jubilosamente recuperado. Tiempo del amor que ahora podían
vivir.
El secreto del amor
Disponemos de poco
tiempo y quiero aprovecharlo para aclarar muchas dudas de mi vida. ¿Puedo? dijo
Pedro.
No tengo problema.
¿Te diste cuenta el amor de locura (le
temblaban las manos) que yo tenía por vos?...
¡Pedro, faltaba que lo escribieras en las
paredes! todo el mundo se daba cuenta. Para mí eso era lo de menos. Porque
estaba fascinada por tu amor. Me enloquecías vos. Pensá, agregó ella, ese
hermoso ser humano, todavía limpio, puro, diciéndome que me ama, buscando la
forma indirecta para declararme su amor, con sus geniales creaciones.
Ahora sabia, ahora
se enteraba… ella sintió un gran amor por él.
Cualquier mujer podría sentirse plena y
orgullosa de un amante como vos.
Alicia ¿Supiste lo que fuiste en mi vida? –
decía ansioso, entrecortado y repitiéndose–
Tenés que saber, que llevado por tu amor, yo llegué a Dios. Con vos tuve las
más altas experiencias humanas y místicas que puede tener un hombre enamorado.
Pedro,
yo me di cuenta de todo. Tu amor fue único porque vos me amabas a mí. En cambio,
el común de la gente cuando se enamoran, se aman a ellos mismos. Son amores
egoístas. Te entregaste en alma y cuerpo.
Perdoname Alicia, ¿vos sentías en el cuerpo,
como yo, nuestro amor?
Pedro querido… tus palabras y todo lo que
decías me erotizaban. Yo también sentí tu gran amor en mi cuerpo.
¡Esto aclaraba, en
gran parte, las acuciantes dudas de Pedro!
Se quedó inmovilizado. Todo lo que él había sentido, también lo sintió ella.
Con sus raíces conmovidas, él la miraba. Solamente la miraba… y también ahora
podía mirarse a sí mismo en las profundidades misteriosas de sus
sentimientos.
Ella con dulzura le
dijo:
¿Te acordás de este
verso?
“el secreto del
amor se expresa en lengua de los hombres ignorada”
¡Sí, me acuerdo! era para decirte que mi
amor no podía expresarse en ninguna lengua humana y también para mostrarte mi
erudición y deslumbrarte. El poeta es Omar Hayam, un persa poco conocido entre
nosotros, pero yo lo admiro.
Pedro, siempre
fuiste genial... sos único. Un milagro.
La carta
En la vida de Pedro, como la de muchos seres
humanos, se daban momentos cruciales que marcan a fuego sus vidas. Para Pedro
ese acontecimiento fue la carta que envió a Alicia. No supo si la había
ofendido, qué le pasó y por qué su carta determinó el final abrupto de todo.
Este era el momento para aclarar el punto
crucial. Por eso, dirigiéndose a Alicia, le dijo:
Alicia, es muy importante para mí lo que te voy
a preguntar. Hizo una larga pausa para comprobar la actitud alerta de ella.
¿Recibiste mi carta? ¿La leíste?… con
evidente ansiedad esperó la respuesta.
¡¡Sí Pedro… la recibí… y la leí!! lo que decías
en ella me perturbó tanto que estuve dos noches sin poder dormir. Tuve que
suspender las discusiones y no dirigirme más a vos, por miedo a que yo hiciera
alguna locura. Siempre esperé que las locuras las hicieras vos, por adolescente.
Pero tu carta me trastornó. Me convirtió en
una adolescente enamorada. Pedro... yo también te amé locamente. Pero yo sabía
que era un amor imposible. Si hubiéramos
hecho algo, a mí me hubieran echado del colegio y a vos también. En Tucumán, hubiéramos
sido el gran escándalo y para seguir viviendo juntos, tendríamos que irnos a
otro lado. Pedro, todo eso fue muy hermoso. Pero nuestra vida en común, era imposible.
Una gran calma fue apoderándose de él. Su
duda existencial estaba aclarada y su espíritu tranquilo, Pedro pudo descubrir que
él había vivido ese gran amor solamente como romance. Ella, en cambio, necesitaba
un hogar.
Estaban viviendo el milagro de ese encuentro
que conmovió sus almas. Él sintió algo como si fuera una sed.
Necesito una
escapada a la selva, ¿venís conmigo? dijo él.
Si es la de tus
catedrales verdes, sí. Dijo ella.
Él: Toda la
catedral no, una nave, sí. Es de altísimos y añosos arboles en una larga galería
húmeda, penumbrosa, donde la vida palpita. La luz del sol espejea en las
alturas.
Ella: Un ruido
lejano, potente, de algo enorme que cae, espanta y provoca pánico, gritos.
Luego la calma, retrae la presencia de los que no murieron.
Él: Gruesas lianas
con plantas y flores aéreas, pendulan lentamente en el aire húmedo.
Ella: Colibríes de
todos los colores. Vuelos enloquecidos y rítmicos a la vez. Colores
impresionistas que vuelan velozmente, se detienen súbitamente. Se disparan
hacia arriba… hacia abajo....
Él: Sonidos que
pueblan el aire, remolinos de plumas musicales. La música está en el aire.
Ella: Rumor de
aguas recorriendo caminos desde el Génesis. La eternidad fluyendo en las aguas
de la montaña.
Él: Enormes piedras
cubiertas por hongos de colores disimiles. Pero aquí armonizan.
Ella: El agua se desliza
sobre las rocas, aviva el color de los hongos que cambia cuando el agua los
penetra.
Él: Sensación de útero
enorme, vida y muerte conviviendo. Resurrección, misterio que atrapa.
Volvamos, dijo ella.
¿Casualidad o
destino?
Pedro sentía la necesidad de preguntarse ¿Nos encontramos de casualidad? ¿O alguien
hizo que nos encontráramos? ¿O qué? Se preguntó Pedro en voz alta.
No sé, no me había
hecho esa pregunta.
Mi admirado persa Omar
Hayam, tiene un poema que responde a nuestra inquietud, por supuesto, desde su
filosofía de la vida.
Nosotros, piezas
mudas del juego que Él despliega
sobre el tablero
abierto de noches y de días,
aquí y allá las
mueve, las une, las despega,
Y una a una en la Caja , al final, las relega.
Bellísimo, pero fatalista.
Me atrae, pero me espanta. Comentó Alicia.
Según el persa, estamos
en manos de Dios que decide nuestro destino.
“Somos nada más que piezas”
Pedro, ¿este
encuentro estaba ya esperándonos en nuestra vida desde hace diez años? sigue
siendo hermoso pero no es para mí, dijo ella.
Hay hechos que me
inquietan. Por ejemplo, viajo rutinariamente todos los martes a Buenos Aires. Estoy
viajando hoy lunes y no mañana martes, porque un imprevisto en la empresa, me
obligó a cambiar de día. Además falta una hora y media para que el tren llegue
a Retiro. El comedor ya no atiende. Yo nunca vengo al comedor cuando está
cerrado. Hoy, no sé por qué, sentí la necesidad de venir, como si alguien me
empujara. Sin dudas fue un impulso, extraño a mí, que me manejaba. Me obligó.
Alicia:
Yo vine al comedor
porque solamente aquí podía leer.
Se quedaron
pensando. Él necesitaba saber más:
¿Es pura casualidad
nuestro encuentro? ¿El persa tiene razón? Hubo muchas circunstancias que fue
necesario juntar para este encuentro. ¿Alguien lo hizo?
Estoy confundida, los
hechos son interrogantes abrumadores, dijo Alicia.
Pedro:
Es la gran pregunta
de la humanidad ¿está todo predeterminado o hay libre albedrio?
Y los dos se
quedaron en silencio. ¿Casualidad o destino? Quizás nunca lo sabremos.
Diez años estuvimos
separados. Ahora estamos juntos, dijo Pedro con un tono que finalizaba las
dudas.
¿Puedo acariciarte?
le preguntó con ternura.
Ella con un gesto
de amor y entrega:
Sí.
Acarició suave,
amorosa y lentamente sus cabellos. Las
palmas de sus manos se deslizaron sobre sus mejillas. Bajaron acariciando muy
lentamente su cuello, sintiendo en la yema de los dedos, el pulso de la mujer
amada. Sus dedos, alertas y plenos de amor, acariciaron sus senos. Hubo un misterioso
renacimiento de sensaciones plenas, ancestrales sentidas en los pezones erectos
que expresaban su fervor erótico. Alicia respiraba lenta. Él tomó su cabeza
entre sus manos. Alicia, tímida, le pidió un beso en la frente. Parecía tener
miedo al calor erótico y abrazante que brotaba de los cuerpos. Pedro con pasión
y también la necesitada ternura, le dio el beso pedido.
Puso suavemente sus
labios sobre los de Alicia, regresó diez años atrás dispuesto a morir o nacer de
nuevo ¡No importa! La besó, besó, besó. Introdujo la lengua en su boca. Ella
sintió la virilidad de Pedro, despertó los dormidos llamados de la carne
aletargada. Ahora con los cuerpos unidos, con las lenguas entrelazadas, era por
fin un amor corporal. Las palabras empezaron a vivir y proclamaron emociones
corporales, vitales y poderosas.
Habían regresado al
colegio, habían regresado al amor de locura de la adolescencia de Pedro. El
amor ideal estaba tomando forma en dos cuerpos vivos. Ya no en una situación
imaginaria, sino real, ardiente.
Él detuvo el
inexorable camino hacia la explosión carnal. Estaban inmersos en una energía
cósmica (más allá de lo conocido) que podría transformarlos sustancialmente. Pero para él bastaba con que la mujer de su
vida, Alicia Fidani la amada ideal, estuviera unida a él en ese instante, en un
amor pleno, soñado antes.
Ella en él, sentía
la virilidad y la fuerza que el adolescente no hubiera logrado. Era distinto,
pero todo era hermoso.
Alicia empezó a
sentir miedo. Miedo a perderse o destruirse en las olas de placeres abrazantes que
Pedro podía provocar. Ir retirando su boca, con dolor dijo:
Paremos acá.
Él, resignado:
Paremos aquí.
Si voy no volveré
Dos días después, a
las 5 de la mañana, sonó el teléfono en la habitación del hotel.
Pedro, soy yo mi
amor, es la única hora en la que puedo hablar, sin que me oigan.
No puedo ir. No debo ir. Sos el hombre de mi vida. Tengo 2
hijas a las que adoro y un marido que me quiere y me cuida. Si voy, estoy
segura que dejaré todo para quedarme con vos y no volver… ¡no puedo! En el
colegio era imposible porque si yo me hubiera ido con vos, toda la ciudad me
hubiera repudiado. Ahora seré culpable por abandono del hogar.
Tenés que saber, mi alumno único, que nunca
te voy a olvidar. Me quedo con tu carta grabada en el alma y me quedo, también,
con el encuentro en el comedor del tren. Sos el único hombre de mi vida, no va
a haber otro más, pero desgraciadamente siempre apareciste en el momento que no
correspondía. Antes no pudo ser y ahora tampoco.
Empezó a llorar con
mezcla de llanto y queja, como lloran algunos primitivos, cuando pierden un ser
muy querido. Él se quedó en silencio hasta que ella cortó.
Este cuento está dedicado a Jennifer Moore. Antigua amiga que
conocí ayer, a quien debo tanta vida en esta etapa final.
José
Bullaude
Bs. As.
Argentina
Septiembre 19, de 2013
La noche en blanco de Granada: JENIFFER MOORE, POETA PARA LA NOCHE EN BLANCO DE ...
La noche en blanco de Granada: JENIFFER MOORE, POETA PARA LA NOCHE EN BLANCO DE ...: Ofrecemos en esta ocasión en nuestro blog de La noche en blanco de Granada a la poeta argentino-estadounidense, Jeniffer Moore. Acompaña ...
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Sunday, September 15, 2013
La noche en blanco de Granada: NELSON JIMÉNEZ VIVERO Y SU POESÍA EN LA NOCHE EN B...
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Wednesday, September 04, 2013
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Monday, September 02, 2013
BRUJULAS Y ESPIRALES: "CUENTOS" DE PASTOR AGUIAR: RECREACIÓN REAL Y FANT...
BRUJULAS Y ESPIRALES: "CUENTOS" DE PASTOR AGUIAR: RECREACIÓN REAL Y FANT...: Cuentos Pastor Aguiar Editorial Pelícano, Miami, 2012, 135 páginas Aunque es su primer libro en solitario, Pastor Ag...
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