Poetry and Painting, blog de arte, tiene el agrado de traerles en esta oportunidad, dos textos escritos por nuestro querido escritor tucumano residente en Buenos Aires, Argentina, JOSE BULLAUDE, quien ha cumplido 95 años de edad y desea celebrarlos con estas significativas reflexiones de su pluma,
15 de Enero, a las 10 de la noche. Hubert Reeves y la música.
Ya estoy en los 95 años. Para algunos son muchos años, para otros
pocos. Para mí no tiene tanta importancia discutir la cantidad de tiempo: Llegué. Y me pongo a
pensar que pasaron tantas cosas en el mundo. Llegué a los 95 años.
¿Qué más? Lo demás son palabras o sabio silencio.
Leo a Hubert
Reeves; hay pensamientos que me nutren y usurpan el lugar del sabio silencio.
“La música nos
da acceso al corazón del mundo. Siento gratitud por el universo que ha
engendrado la vida y la música.” Me gusta la expresión “pensamiento mínimo”." Permanecer lo más
cerca que se pueda de las observaciones para evitar que la interpretación cree
por si misma sus propias complicaciones.”
Pienso yo, un
cuerpo tan grande y un corazón tan pequeño, los latidos de este pequeño corazón
permitieron a este cuerpo grande vivir 95 años. Qué maravilla. Puedo oír el
canto de los pájaros, ver flores diferentes y hermosas, compartir la vida con
amigos de largos años. Pero un día me iré. Los pájaros seguirán cantando, las flores naciendo, los
amigos compartiendo la amistad. Yo no estaré, pero todo seguirá sin mí. Qué bello
fue vivir.
Vivió mi cuerpo y mi alma larguísimos 95 años
En ese larguísimo periodo de mi vida, vi transcurrir
futuros, presentes y pasados como si hubiera estado a la orilla del río y
pasara un barco. Gente que se divierte, un momento de sus vidas, un instante en
la historia del mundo.
Capturé instantes armoniosos inmerso en la
corriente del tiempo, percibí el pulso de la existencia que sucede, supe del
retorno de las estaciones con sus alegrías y sus dolores. Escuché, sin palabras y sin prisa a
la naturaleza, en eterno retorno de sus ciclos, recuperar las raíces y anclar en una realidad
permanente y también sentí entrar el aire por mis narices para llenar de vida a
mis pulmones.
Viví el ligero
aroma que perfuma el mundo, acompañándome como un caminante solitario, también vi
las puestas de sol sobre el paisaje que vivía y respiré los densos perfumes de
flores y plantas. Escuchando en un canto siempre vitalizador, los pájaros y la
música, surgieron desde mi memoria imágenes de lo que amo y de lo contrario, en
este basto tiempo al que llamé mi vida acompañando estos espectáculos maravillosos de la naturaleza.
También irrumpieron guerras y catástrofes. Esos momentos negativos también embellecieron más mi vida.
Con un dedo en
la muñeca del otro brazo, viví largos instantes escuchando ese ritmo fiel que
me acompaño toda mi vida y construyó el tejido de mi existencia.
La sucesión de padres, abuelos, vivos y
muertos termino convenciéndome que mi lejano pasado de vida terrestre se
inserta en un tiempo de millones de años.
Estoy
participando en un momento precioso de la historia del mundo. Durante algunos
instantes, sostengo la antorcha de la conciencia, que el latido de mi corazón
me garantiza.
Pero mi vida
como todo lo que vive, un día se extinguirá. No seguiré viviendo la ventura de
la vida sobre la tierra porque ya la habré abandonado. No me es posible ni siquiera imaginar que los
pájaros siguieran cantando cuando yo me haya ido. La muerte también, de amigos,
queridos, me recordó la fragilidad de mi vida y me convenció que ella seguirá
fluyendo cuando yo no esté. Y no me resulta doloroso.
Algunos
piensan que la realidad es coherente y buscan pruebas de esa coherencia; la
atestigua los éxitos de la ciencia, hasta cierto punto. Nada nos demuestra que
la realidad sea definitivamente coherente. “el oficio de la coherencia. Y creer
que se lo puede vivir indefinidamente. Sin perder de vista que se trata de un
acto de fe” según dice Hubert Reeves. La vida es una Epifanía. La analogía, por
supuesto, es la de nuestra existencia.
En primer
lugar es preciso reconocer que hay que extender la hipótesis, a fin de cuentas,
podría ser que la realidad tuviera un sentido, que nosotros desconocemos, la
vida tiene una llama secreta, probablemente también un antes y un después,
que nunca llegaremos a conocer, aunque nos duela.
Con la ciencia
tenemos más respuestas seguras que las que se obtienen de otra manera. A las
preguntas fundamentales la ciencia agrega a la respuesta común que es, un
placebo, otra respuesta más coherente y racional. La ciencia obtiene respuestas
objetivas más confiables que las subjetivas de la sabiduría común, pero, pierde
la belleza. Esas maravillas que no tienen las respuestas científicas. Porque la
objetividad que logra la ciencia, destruye la riqueza y belleza que las otras
respuestas poseen.
95 años
entregados en las manos de la vida, aceptando su propia manera de darme las
respuestas y también de no darme todo lo que el insaciable corazón del hombre
siempre desea.
José Bullaude
Buenos Aires,
15 de Enero de 2014. 10 PM